Fotografía 29, M. Frondoni Lacombe



M. Frondoni Lacombe

Fotografía 29


Sesión del 27 de diciembre de 1914, a las nueve de la noche .- En la casa de la condesa. Asiste ésta, la señora Pousa, mi esposo y yo. La señora Furtado, por las razones que se comprenderán, llega una vez terminada la sesión.

Hecha la inspección, y tomadas todas las precauciones, consultamos el velador.

Se presenta el señor Furtado. Le censuro que nos enviara su compañera para la fotografía, a pretexto de que él no recordaba cómo era su rostro. Añado que, puesto que se ocultó la cara, debe hacerla venir esta noche también.

-No; hoy soy yo quien se pondrá delante del aparato fotográfico – contesta.

- Pero ¿si usted no tiene rostro?

- No importa, me fabricaré uno.

Apago, y formamos la cadena delante de la chimenea. No tardamos en oír la señal para el magnesio, y a la luz de la cerilla, vemos muy claramente, delante del objetivo, cerca de la puerta (e) un fantasma alto y delgado, cuya cabeza era una calavera, según observó inmediatamente mi esposo.

Después de la explosión de magnesio oímos golpes desordenados en la habitación contigua (B). Estos golpes iban seguidos de pasos muy pesados que avanzaban hacia nosotros, y cuya intensidad aumentaba gradualmente.

Mis compañeras se asustaron mucho, porque los pasos hacían retemblar los cristales de la biblioteca y algunos muebles.

Supliqué al señor Furtado que se alejara. Me obedeció y fue a tocar las castañuelas, que se encontraban sobre el piano, haciéndolas sonar fuertemente, y luego revolvió todos los objetos colocados en la gran mesa del centro. Como mis compañeras eran presa de un pánico terrible, terminé la sesión sin esperar la señal de costumbre.

Hecha la luz, pudimos comprobar que había abierto una caja de bombones, y tomado todos los papeles que la adornaban, los colocaron en el respaldo de la silla de la señora Pousa. A mis pies habían depositado, sin que yo me diera cuenta, un ramito de mimosas, tomado también de la mesa del centro, y habían transportado hasta el piano una caja colocada también sobre la mesa.

Al revelar en mi casa la placa fotográfica apareció en ella el personaje cuya cabeza era una calavera, que puede verse en la lámina XVII, lo que prueba que mi esposo no se había equivocado cuando dijo que la aparición tenía por cabeza una calavera. Diríase que la manifestación de esta fantasma tenía por objeto demostrar que estas entidades pueden, con ruido o sin él, moverse  ágilmente a través de todos los obstáculos, ya que hasta ahora los movimientos de estos personajes se había producido silenciosamente.

Es realmente admirable la habilidad de este fantasma, cuyos pasos parecen oírse en la habitación contigua, para evolucionar con toda facilidad sin tropezar con el aparato fotográfico que se encontraba en su camino, es decir, en el espacio comprendido entre la puerta y nosotros, tanto más cuanto que la pesadez creciente de sus pasos y demás movimientos, no parecían indicar que tomara muchas precauciones.

Observemos también que esta aparición se coloca en medio de la más completa obscuridad delante del objetivo, puesto que le vimos a la claridad de la cerilla. La calavera que corresponde a nuestra visión positiva, parece probar, en efecto, que el señor Furtado, no recordando su propio rostro, se hizo otro o se fabricó una careta.

No debe olvidarse tampoco que habiendo esperado la señal para terminar la sesión y dado la luz inesperadamente, el fantasma no tenía tiempo para hir por los medios ordinarios y tuvo que desaparecer instantáneamente.

Cuando llegó  la señora de Furtado le referimos que su marido había vuelto y hecho con sus fuertes pisadas retemblar las bibliotecas y otros muebles. Inmediatamente exclamó:

-¡Es él! Yo le decía siempre que si me quedaba viuda y me volvía a casar, procuraría  que mi nuevo esposo no tuviera un andar tan pesado, porque hacía temblar toda la casa.

Este testimonio nos pareció irrecusable, fuera de toda sugestión posible, puesto que la señora Furtado, única que hubiera podido sugestionarnos en este sentido, se encontraba ausente. Y a pesar de la calavera, que nada prueba, y del atavío de este fantasma, no puede negarse que existe una relación singular entre lo dicho por la señora Furtado a propósito de los defectos de su marido, que era un tanto bromista, y los actos del fantasma aquella noche, que concuerdan con las declaraciones de nuestra amiga.

Madalena Frondoni Lacombe- Maravillos fenómenos del Más Allá.