El Misterio de las Hadas - Capítulo 4 - Arthur Conan Doyle




CAPÍTULO IV


SEGUNDA SERIE DE FOTOGRAFÍAS



Puesto que el SR. Gardner, en su estancia en Yorkshire en julio pasado, supo que Frances iría a visitar a su prima Elsie, pensó que sería el momento de hacer nuevas fotos de lugares, y le dio a la chica una buena cámara fotográfica. Uno de los obstáculos que habíamos encontrado era que necesitábamos la fusión de las auras de las dos muchachas. Reunir dos auras para obtener un resultado superior a cada una de las auras por separado es algo bastante frecuente en el campo de la parapsíquica. Deseábamos utilizar al máximo el poder conjunto de las dos chicas en agosto. De modo que, antes de partir hacia Australia, le dije al Sr. Gardner que me alegraría mucho recibir una carta suya comunicándome el resultado de nuestras nuevas investigaciones. En mi fuero interno, yo no contaba demasiado con obtener un éxito. Habían pasado tres años y sabía perfectamente que la metamorfosis debida a la pubertad suele resultar fatal para el poder psíquico.


De modo que quedé tan sorprendido como encantado cuando recibí en Melbourne una carta suya en la que me informaba del éxito completo de su tentativa y me adjuntaba tres nuevas fotografía, maravillosas, sacadas en el pequeño valle de las hadas. Todas mis dudas en cuanto a la honradez del asunto quedaron disipadas; estaba claro que aquellas fotografías, y sobre todo las de las hadas en los matorrales, eran imposibles de trucar. No obstante, todavía hoy, con la gran experiencia en transferencia de imágenes que he adquirido en fotografiar parapsíquica y del efecto del pensamiento en las imágenes ectoplásmicas, siento que tal vez haya del fenómeno otra interpretación que va en el sentido de lo sobrenatural. Nunca he perdido realmente de vista la curiosa coincidencia entre un acontecimiento tan singular y el hecho de que este acontecimiento se haya producido en el seno de una familia en la que algunos miembros, dado que sentían inclinación por los estudios esotéricos, tal vez hayan producido formas mentales de apariencia esotérica. No hay que descartar por completo tal hipótesis, pese a ser, me parece, un tanto forzada, y en todo caso muy improbable.


He aquí la feliz carta que recibí en Melbourne:


6 de septiembre de 1920

Mi apreciado Doyle,

¡Un gran saludo! Justo antes de separarnos, me dijo usted que lo colmaría de alegría una carta mía comunicándole el resultado de nuestra nueva iniciativa. No quedará usted decepcionado, ¡porque ha llegado la maravilla!


Acabo de recibir tres nuevos negativos de Elsie, sacados hace unos días. No hace falta que los describa, puesto que le adjunto tres copias en sobre aparte. ¡El hada que vuela y El nido de las hadas son indudablemente las fotografías más asombrosas que puedan contemplarse en nuestros días! Recibí las placas el viernes pasado por la mañana y desde entonces no hago más que pensar en ellas como un loco.


Junto con las cartas venía una amable cartita: las chicas sentían mucho no haber podido enviar antes las fotografías, peor había hecho mal tiempo (ha hecho un frío tremendo), y Elsie y Farnces no habían podido ir al valle más que dos tardes. (Frances tuvo que regresar a la escuela de Scarborough). Una carta muy sencilla, y espontánea, que termina con el deseo de las dos jóvenes de pasar nuevamente un día conmigo a final de mes.


Me fui inmediatamente a Harrow, y Snelling, sin dudarlo, decretó que las tres fotografías tenían los mismos indicios de autenticidad de las dos primeras, ¡sobre todo la del “nido”, que era inatacable! A este respecto, tengo que añadir que hoy he preguntado a los especialistas de la Illingworth, y reconozco que me he llevado la sorpresa de descubrir que eran del mismo parecer. (Si todavía no ha abierto usted el sobre, ábralo y lea la continuación…)


Voy a ir a Yorkshire el 23 del corriente para cumplir mis contratos de conferencias y voy a pasar un día por C.; por supuesto que tomaré fotografías de los nuevos escenarios de los hechos y estudiaré y me llevaré los negativos “estropeados”, que serán accesorios útiles suplementarios. De hecho, las chicas no habían entendido nada de los negativos del nido. Vieron a la elegante hada de la derecha, y Elsie, sin tiempo de encuadrar la imagen, orientó el aparato hacia las altas hierbas y apretó el disparador…


He aquí mi respuesta a esta carta:




Melbourne
21 de octubre de 1920


Apreciado Gardner,


¡He quedado encantado, en esta Australia tan lejana, al recibir sus palabras y las tres maravillosas fotografías que confirman los resultados que habíamos publicado! Ni usted ni yo teníamos necesidad alguna de esta confirmación. Nuestros razonamientos, sin embargo, le va a parecer de lo más innovador al hombre de la calle aprisionado por su vida de cada día y nada interesado en la investigación parapsíquica. Tendrá necesidad de una confirmación tras otra antes de admitir que existe un nuevo orden de vida y que hay que tomarlo en consideración, tanto como la vida de los pigmeos del África central.


Me he sentido culpable de haber abandonado el país tras haber colocado esta bomba de relojería y dejarlo solo para hacer frente a las consecuencias de la explosión. Pero ya sabía usted que no podía hacer otra cosa. En este momento me alegro del sólido escudo que tiene usted ahora para protegerse de las provocaciones, que sin duda adoptarán la forma de un gran clamor exigiendo otras fotografías, sin que la mayoría de las personas se den cuenta de que las fotografías ya existen.


Este asunto carece de consecuencias directas sobre la cuestión, más vital, de nuestro destino y del de los seres queridos que hemos perdido, que es el objeto de mi viaje aquí. Pero todo cuanto amplíe el horizonte espiritual del hombre y le pruebe que la materia, tal como la percibimos, no es verdaderamente la expresión del límite del universo, debería minimizar la influencia del materialismo y elevar el pensamiento del hombre hasta una esfera más amplia y espiritual.


Estoy tentado de pensar que las sabias entidades que conducen esta campaña desde el más allá y que nos utilizan como modestos instrumentos de sus designios han retrocedido antes la necedad profunda contra la que decía Goether que luchan en vano los propios dioses y que han abierto una brecha que va a transformar la postura supuestamente “religiosa”, esencialmente irreligiosa en realidad, que ha contribuido a cerrarnos el paso. No puede negarse la existencia de las hadas por medio de textos antediluvianos; y una vez  que se hayan legitimado las hadas, se aceptarán más fácilmente otros fenómenos parapsíquicos.


Hasta la vista, apreciado Gardner, estoy orgulloso de haber sido su socio en este asunto, verdadero hito en la historia de la humanidad. Desde hace cierto tiempo, en el curso de nuestras sesiones, hemos estado recibiendo regularmente mensajes que nos comunicaban que se nos iba a dar un signo visible; y tal vez ese signo sea lo que ha sucedido. La especie humana no merece que se le proporcionen nuevas pruebas de la existencia de las hadas, puesto que las más de la veces no se ha tomado la molestia de ahondar en aquellas de las que ya dispone. No obstante, nuestros amigos del más allá son mucho más obstinados en combatir el sufrimiento y más caritativos de lo que yo lo soy, pues tengo que confesar que mi alma está llena del mayor desprecio por la desordenada indiferencia y la bajeza moral que observo a mi alrededor.


Muy sinceramente suyo,
ARTHUR CONAN DOYLE






La siguiente carta del Sr. Gardner me contaba que en septiembre, inmediatamente después de la segunda serie de fotografías, había vuelto a ir al Norte y había regresado más convencido que nunca de la integridad de la familia Wright y de la autenticidad de las fotografías. He aquí algunos extractos de su carta:





23 de noviembre de 1920


Mi visita a Yorkshire ha estado llena de enseñanzas. Pasé todo el día con la familia y tomé fotografías de los nuevos escenarios, que estaban muy cerca de los anteriores. Adjunto algunas pruebas. La fotografía de la “cuna”, o nido, se tomó cerca del estanque. El hada suspendida en el aire, más que volar, estaba saltando. Había saltado fuera del nido cinco o seis veces, cuenta Elsie, y parecía planear en lo alto. Apretó el disparador durante el quinto salto. Desdichadamente, su gesto fue muy brusco y Frances, creyendo que el hada iba a chocar contra su rostro, echó la cabeza atrás. En la copia se advierte bien ese movimiento. El hada que está mirando Elsie en la otra fotografía le ofrece un ramo de jacintos silvestres. ¡La encontré muy al día con supelo corto y una ropa tan de moda! Dijo Elsie que no llevaba corto el pelo, sino que iba peinada con bucles muy juntos. En cuanto a la “cuna”, cuenta Elsie que las dos muchachas vieron el hada de la derecha y el duende de aire reservado de la izquierda, pero no el nido. Dice más bien que había como una indefinible nube de niebla entre los dos personajes, y que ella no notó nada especial. Conseguimos sacar una copia perfecta de esta fotografía y, como puedo obtener certificados de expertos que afirmen que el negativo no puede en modo alguno estar trucado, creo que disponemos de argumentos sólidos. El tiempo de exposición era cada vez de una quincuagésima de segundo, la distancia, de aproximadamente un metro cincuenta, y la cámara fotográfica era la excelente Cameo que yo le había enviado a Elsie con las placas.


Conozco el color exacto de las ropas, las alas, etc., pero ya le mandaré estos detalles con una larga carta más adelante, cuando haya retranscrito mis notas.


[…]


Las fotografías:


En el curso de mis investigaciones sobe la segunda serie en el mes de septiembre en Yorkshire, saqué, por supuesto, fotografías de los escenarios, y recogí el relato completo de tan logradas tomas. Las chicas no tuvieron más que dos horas contadas de verdadero sol en los quince días que pasaron juntas en agosto. Sacaron dos fotografías el jueves y una el sábado. Si hubiese hecho un tiempo normal, tal vez hubiéramos podido tener unas veinte. Pero seguramente es mejor ir poco a poco, aunque tengo la intención de repetir la experiencia en mayo o junio. La cámara fotográfica empleada fue la que yo envié, y también las placas (todas ellas secretamente selladas por la compañía Illingworth sin que yo estuviese al corriente). Los tres nuevos negativos formaban parte del lote, cosa que puede certificar el director. Como le dije, el negativo del Nido de hadas es totalmente auténtico y puedo obtener la declaración en tal sentido…





El siguiente informe, más completo, dice el Sr. Gardner:




El jueves 26 de agosto – una tarde afortunadamente clara y soleada – se sacaron cierto número de fotografías, la experiencia se repitió el 28 de agosto. Las tres fotografías aquí reproducidas son las más asombrosas y sensacionales. ¡Cómo me gustaría que los lectores pudiesen ver las ampliaciones, extraordinariamente bellas, directamente sacadas de los negativos. No hay palabras para describir la exquisita gracia del hada que vuela; en realidad, todas las hadas parecen pavlovas en miniatura. Y luego, la del hada que ofrece un ramo de flores a Iris – jacintos silvestres etéricos – es un modelo de majestad y de dulzura. Pero me gustaría que se dedicase una mirada especialmente atenta a la tercera fotografía. Nadie había fotografiado una un nido de hadas.


La forma central, a mitad de camino entre el capullo etéreo y la crisálida abierta, ligeramente suspendida en medio de las hierbas, es el nido o cuna del verdor. Sentada en el borde izquierdo, arriba, con un ala bien desplegada, hay un hada desvestida con el aire de preguntarse si es hora de levantarse. A la derecha puede verse una criatura matinal, de edad algo mayor, con larga cabellera  y alas maravillosas. Se adivina su cuerpo algo más denso a través de su manto de hada. Un poco más allá, también a la derecha, aparece la cabeza bien dibujada de un duende malicioso pero sonriente, con un gorro ajustado. Totalmente a la izquierda, se ve un duendecillo de aire serio, con alas totalmente translúcidas, mientras que justo encima, aunque desgraciadamente borroso, hay otro, con las alas todavía completamente desplegadas y los brazos bien abiertos, que parece que acaba de posarse sobre la parte superior de las hierbas. Puede adivinarse su rostro, medio de perfil, en una de las copias que tengo, cuyos tonos están cuidadosamente trabajados en el revelado. Entre las fotografías más logradas, es esta foto de la cuna de verdor la que resulta más asombrosa y más interesante, pero otros preferirán todavía la maravillosa gracia del personaje que vuela.


Si esta fotografía, comparada con las otras, carece de definición, se debe sin duda a la ausencia de un elemento humano, mucho más denso. De hecho, no nos esperábamos lo más mínimo que las chicas nos pusiesen tan directamente tras las huellas de un encantador nido de hadas. Vieron el hada, tan nítida, de la derecha, en medio de las altas hierbas, y no intentaron ponerse en el marco de la fotografía, e Iris adelantó la cámara fotográfica lo más posible para tomar la foto. Dio la casualidad de que el nido de hadas se encontraba justo al lado. Cuando me mostró el negativo, Iris simplemente me dijo que encontraba pintoresca la foto, pero ¡que no notaba en ella nada particular!


Así están las cosa y, desde entonces, no ha habido ningún elemento nuevo que viviese a desmentir la autenticidad de las fotografías. Teníamos ganas, evidentemente , de conseguir más fotografías, y en el mes de agosto de 1921, habiéndose reunido nuevamente las jóvenes, pusimos a su disposición el mejor material fotográfico posible, incluida una cámara fotográfica estereoscópica y también una cámara cinematográfica. Desdichadamente, no obstante, los dioses no nos fueron favorables, y se cruzaron en nuestro camino una serie de incidentes. Frances no podía estar en Cottingley más que quince días, dos semanas de lluvia casi incesante, pues la larga sequía terminó en Yorkshire a finales de julio. Además, una fina capa de carbonilla cubría el pequeño valle de las hadas, cada vez más contaminado por el magnetismo humano. Sin duda hubiéramos podido superar estas contrariedades, pero tuvimos que hacer frente a un obstáculo mayor, la transformación de las muchachas, pues una de ellas se hizo núbil, mientras que la otra sufrió la influencia de su educación en el internado.


Hay un hecho, sin embargo, que vale la pena mencionar. Las jóvenes eran ya incapaces de plasmar suficientemente ciertas imágenes para registrarlas en la placa, pero no habían perdido su poder de clarividencia y, como en el pasado, podían ver los duendecillos y los elfos, todavía numerosos en el pequeño valle. Es evidente que los escépticos dirán que en este punto sólo podemos fiarnos de la palabra de las muchachas, pero eso es inexacto. El Sr. Gardner tenía un amigo, a quien llamaré Sr. Sergent, que durante la guerra había sido oficial de carros de combate, hombre incapaz de hacer la comedia y que, por otra parte, no hubiera tenido ningún motivo para hacerla. Desde hace largo tiempo, este hombre posee el envidiable don de la clarividencia en grado extremo, y el Sr. Gardner tuvo la idea de pedirle que corroborara las palabras de las jóvenes. Sacrificó una semana de sus cortas vacaciones – pues es un hombre que trabaja mucho – pera dedicarse a tan insólita tarea. Pero los resultados lo recompensaron con creces. Tengo ante mí sus informes, en forma de notas tomadas mientras se producían los hechos. El tiempo, en conjunto, no eran buenos, como ya sabemos, aunque con algunos claros. Sentado junto a las chicas, vio todo cuanto ellas vieron, incluso mucho más, pues las dotes del Sr. Sergent resultaron ser más desarrolladas que las suyas. Cuando distinguía un objeto parapsíquico, tendía el dedo en esa dirección y les pedía que hiciesen la descripción. Su respuesta siempre era correcta, dentro de los límites de su capacidad. Según su relato, el valle entero bullía de espíritus elementales, y él no sólo vio elfos del bosque, gnomos y duendecillos, sino también ondinas, más infrecuentes, nadando en el río. He seleccionado un largo extracto de sus notas, bastante desordenadas, que constituirán el capítulo siguiente.


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