Fotografía 35, 36, M. Frondoni Lacombe






M. Frondoni Lacombe

Fotografía 35, 36



Sesión del 6 marzo de 1914, a las nueve de la noche – Asistimos la condesa, la señora Pousa, el doctor Souza y yo.

Para mayor seguridad esta vez el doctor no se limitó a cerrar herméticamente todas las salidas, sino que selló las puertas. Felizmente, las entidades pidieron que empleáramos la luz roja.

Enfocamos los tres aparatos fotográficos: uno hacia la habitación contigua (B), donde había aparecido la religiosa; otro en sentido opuesto, y el tercero perpendicularmente a la línea formada por los dos primeros.

Ocupamos nuestros sitios cerca de la chimenea, y, una vez formada la cadena, oímos un fuerte golpe lejos de nosotros; pedí que dieran un segundo golpe si era la señal para el magnesio, e inmediatamente lo oímos, como si estuvieran impacientes. Después de la explosión de magnesio, la condesa exclamó:

-¡Mad (Mad soy yo), tu placa ha sido impresionada!

Mi amiga, que tuvo buen cuidado de no cerrar los ojos al estallar el magnesio, conservó en su retina una gran forma negra, que se parecía, según ella, a una chimenea, en lo más alto de la cual había una forma muy blanca y larga.

Luego, enfrente de nosotros, pero a la otra parte de la gran mesa del salón, vimos formarse, como en la sesión precedente, un fantasma blanco que conservó una apariencia vaporosa. Al mismo tiempo una lucecita coloreada atrajo la atención de mis compañeros, mientras yo continuaba observando el fantasma, que, a medida que llegaba cerca de la luz colocada sobre el piano, se hacía más y más diáfano. Entonces vi levantarse el brazo de la aparición como para tomar un objeto, y dije a mis compañeros, que continuaban observando la lucecita:

-¡Cuidado, que va a producirse el fenómeno!

Y Seguidamente, el fantasma se apoderó de la lámpara y avanzó hacia nosotros. La señora Pousa y la condesa, presas de terror, me pidieron que suplicara al fantasma que se detuviera, y creo que, gracias a mí, no avanzó ni colocó la lámpara, que había tomado del piano, sobre la gran mesa del centro.
Durante el trayecto que recorrió la lámpara, la aparición se hizo invisible, lo que me hizo suponer que yo no había visto el gesto descrito y que la lámpara atravesaba la estancia por sí misma y pro su propia voluntad, pero el doctor Souza Couto afirmó haber visto sin lugar a dudas una silueta blanca, de la que distinguió hasta los pliegues del vestido, y una gran mano que sostenía la lámpara por la parte inferior. Al final del libro se leerán las observaciones escritas por el doctor mismo, y en las cuales describe sus impresiones.

Yo había llevado a la sesión dos hojas de cedro para ofrecérselas a las entidades que se decía amiga mía, y al terminar la sesión, estas hojas, que dejé sobre la gran mesa del centro, aparecieron a mis pies. En la misma mesa habíamos colocado un recipiente con agua, y recibimos parte de ésta en el rostro.

Tras otras manifestaciones idénticas a las descritas, oímos tres golpes, lejos de nosotros, indicadores de que la sesión había terminado.

Llevé a mi casa las placas fotográficas, las revelé y en la una apareció la imagen de la lámina número III, en la que aparece una forma alargada cubierta con un velo blanco que oculta la parte superior, lo que explica la imagen que quedó en la retina de la condesa. En la segunda placa apareció, con gran sorpresa de mi parte, el fantasma que puede verse en la lámina número IV, y cuyo rostro aparece estropeado a causa de un defecto de la placa.

Mi entusiasmo iba en aumento y estaba dispuesta a continuar a toda costa los experimentos, a pesar de todas las dificultades. No todo es fácil, y muchas circunstancia particulares impedían que efectuáramos las sesiones con la deseada regularidad.

Nos encontramos aquí en presencia de un hecho nuevo de la más alta importancia, pues se trata nada menos que de dos fantasmas, según puede verse en las láminas III y IV.

Téngase en cuenta que hasta que las figuras aparecieron en las placas ignorábamos totalmente su aparición, aparición que nada nos hacía prever. La mesa nos dictó dos nombres ya conocidos: Lemos y Remigio. ¿Pero eran suficientes estas comunicaciones?



Madeleine Frondoni Lacombe - Maravillosos Fenómenos del Más Allá-

Fotografías 37, 38, 39, 40