- Quintín López Gómez: LOS FENÓMENOS PSICOMÉTICOS (Libro)






                           LOS   FENÓMENOS    PSICOMÉTRICOS
           Quintín López Gómez




               Editorial Maucci. 1910- Barcelona





LOS FENÓMENOS PSICOMÉTICOS
Quintín López Gomez

Editorial Maucci. 1910- Barcelona




PROLOGO


En el centro del pórtico de las iglesias, en lo más alto y por encima de los ángeles, de las vírgenes y de los santos del altar mayor; sobre la puertecita del santuario del sagrario; hasta en la portada de algunos libros místicos y religiosos habréis visto, esculpido, grabado o impreso un triángulo equilátero guardando un ojo abierto, símbolo el más gráfico representativo de la Divinidad. Desentrañar el significado esotérico del triángulo, equivaldría a la exposición de un tratado de Teo-Cosmogonía. En cuanto al ojo abierto con mirada fija a todas partes, el significado exotérico es que la Divinidad lo ve todo; que lo actual, lo pasado y lo porvenir, está presente a Su mirada.



¿Cómo puede la Divinidad ver lo pasado que se disolvió en el tiempo, lo porvenir, que aún no se ha realizado? Nos parece un imposible, y, sin embargo, lo creemos por la Fe.



De hoy en adelante, sin embargo, esta fe se halla apoyada y hermanada por y con la ciencia, pues aunque parezca absurdo, una de esas ramas, la Psicología experimental, y más particularmente una hija de esta ciencia, la Psicometría, nos patentiza que todo cuanto sucede queda “grabado” en el espacio, y que cuanto ha de suceder está también “grabado”. Para los que no estén familiarizados con esta ciencia, asentirán sin gran dificultad, teniendo presente la foto y fonografía, en la aserción de que sea posible que en el espacio queden grabadas las imágenes de los hechos realizados; pero no podrán admitir que los que están por realizar, estén también grabados.



Lean la presente obra “Los fenómenos Psicométricos”, de Don Quintín López, y se rendirán ante la evidencia de la realidad del brutal hecho de mil y mil “visiones” y “lecturas” de hechos y dichos que aún no habían tenido realidad.



Con efecto: la Psicometría nos demuestra que en todos los tiempos ha habido numerosas personas de facultades psicométricas (1) de infinita variedad.


Las resumiremos en dos o tres ejemplos.



Hay personas a quienes se les pone en presencia, aunque no lo vean ni lo palpen, un poco de cabello, envuelto en un papel, una carta encerrada en un sobre…, y en seguida van y nos describen a la persona a que ha pertenecido el cabello, o escrito la carta, el sitio y las personas que al presente están con ella, y los principales episodios de su vida pasada. Y no sólo aunque hayan fallecido ven su cuerpo, sino que también su alma, pues nos hablan de sus simpatías, de sus odios, de sus pensamientos; y lo que es más inverosímil, ven y nos predicen su porvenir, que el tiempo, después, confirma.



Hay otros psicómetras que al entrar en una casa deshabitada ha largo tiempo, ven a las personas que la habitaron, los sucesos que en ella tuvieron lugar; y otros, por fin, que ante una moneda u otro objeto extraído de las ruinas de remotísima antigüedad, ven y describen la ciudad y las gentes de aquel tiempo.



Es, pues, un hecho positivamente real, que las imágenes de los hechos del pasado y del porvenir están “grabados”. Como lo es que al hombre, en determinadas condiciones, le es posible ver estas imágenes. Y si al hombre, finito, relativo e imperfecto le es posible ver los cuadros del pasado y del porvenir; el ojo de lo absoluto, de la Divinidad, lo ha de ver todo.




Los fenómenos de la Psicometría son tan variados y al mismo tiempo tan complejos, que cuando con la mente queremos ordenarles y hacer distintas agrupaciones, la extraña complejidad de uno de ellos nos hace ver que aquel puede pertenecer a varios grupos. Sólo el largo y profundo estudio que de la Psicología fenoménica lleva hecho el autor de esta obra, cuya competencia en esta ciencia es de todos reconocida, le ha facultado para hallar el verdadero hilo de Ariadna con que hacer una clasificación tan sencilla como lógica, que nos facilita, primero, la comprensión de los fenómenos, y, después, la insuficiencia de las teorías, que se han diputado la hegemonía de la explicación de los mismos.



Hacemos esta declaración con toda la autoridad que puedan concedernos los cuarenta años que llevamos dedicados con sumo interés, no diremos, lo mismo con provecho, al estudio de los fenómenos medianímicos.



Las primeras dos terceras partes de la presente obra, dedicadas a la narración de tan extraños hechos, es tan sugestiva, no sólo para el aficionado a estos estudios, sino para el que nunca se ha ocupado de ellos, que cuesta trabajo suspender su lectura.

Sigue a esta metódica exposición, el examen de las principales escuelas que pretenden con su doctrina explicar los fenómenos. La que es más admitida por la ciencia oficial, o sea la sugestión; la espiritista y la teosófica, en la que está incluida el ocultismo.



Los numerosísimos artículos insertos en “Lumen”, Revista de estudios psicológicos, la más importante que se publica en España, de la que es director y fundador; así como las muchas obras que sobre los problemas del alma ha publicado don Quintín López, particularmente “Magia teúrgica”, “Hipnotismo fenomenal y filosófico”, “Prometeo victorioso” y “Magia goética”, libros de universal reputación, facultan al autor para hacer de aquellas escuelas crítica acertada, imparcial, serena y exenta de todo sectarismo. Entre ellas, el ocultismo, por las extrañas aseveraciones relativas a la existencia y modus operando de entidades y fuerzas del mundo psíquico, y a la teosofía por su trascendental doctrina, especialmente de la constitución y naturaleza de los cuerpos del hombre, dedica particular atención, aceptando para su ulterior concepto de conjunto cuando está en armonía con su criterio.



¿Cuál es éste? Expuesto queda en la última parte de este libro. En él, desde el conocimiento más sencillo al más elevado concepto metafísico, nos lleva lógicamente, de modo gradual e insensible, a la exposición de una doctrina en la que, en debida ponderación, tienen cabida las otras escuelas, y en la que tienen explicación los más maravillosos e inverosímiles fenómenos de la Psicometría.



Grande, en todos los aspectos que se la considere, es la teoría del autor de esta obra, para demostrar cómo el hombre puede “ver” los sucesos del más remoto pasado y los del porvenir. Partiendo de las últimas afirmaciones de la ciencia respecto a las transformaciones y desintegración de la materia, enlazando éstas con la teoría, que pudiéramos denominar escala de la vibración; ascendiendo luego desde el origen, facultades actuales y posibles del alma y remontándose en las alas de la más alta mentalidad al ser, llega por fin al trascendente concepto de la inmersión del ente en Todo; de donde deduce las infinitas posibilidades de aquél, de que de otro modo carecería, y que, sin embargo, los fenómenos psicométricos demuestran que posee.



Perdónenos el distinguido filósofo, don Quintín López, que hayamos hecho el anterior esquema, pobre y defectuoso, de la brillante disertación con que termina esta obra, y en el que acaso hayamos incurrido en error de concepto, particularmente en la subrayada la “inmersión del ser en el Todo”, frase que desde luego declaramos no ha de tomarse al pie de la letra, y que de intento la hemos puesto para relacionarla con el simbólico ojo que todo lo ve, del que hablamos al principio de este Prólogo.


El prologuista de “Los Fenómenos Psicométricos”, no pretende tener otra misión que la de oficiar de “cicerone” al lector que esté poco avezado a las disquisiciones de la Metafísica y poco apto a los concepto abstractos. A este se dirige y le dice:



El Sér que todo lo ve, el Logos, la Divinidad, Dios, o como quieras apellidar a lo que no tiene nombre, al formular en Su mente la creación o emanación del universo, Su sabiduría infinita abarcó todo cuanto había de acontecer, hasta en sus más nimio detalles, ya que éstos son, en último resultado, ineludibles efectos de causas, originadas a su vez de la causa primera; es decir, de El mismo. Y como para El no hay tiempo, es evidente que en El está presente el pasado y el porvenir. ¿Comprendes ahora algo del significado del simbólico ojo que todo lo ve?



Todo cuanto hemos presenciado, podemos hacerlo vivido presente por medio de la memoria, la cual es, hablando en el lenguaje material que estamos empleando para lo que es subjetivo, interno, psíquico, algo así como un archivo donde guardamos los grabados, las fotografías de los hechos que hemos presenciado.



Demos un paso más. Si nuestro mundo tiene alma, lo cual, por potísimas razones que no son de exponer ahora, es lógico que la tenga, y, muy superior a la nuestra, en ella estarán todos los grabados de todo cuanto en él ha tenido lugar en sus más mínimos detalles. Ahora bien; si por algún medio nos inmergimos o nos asomamos al alma de nuestro planeta, cosa también razonable y lógica, ya que nuestra alma es algo de esa alma, y en ella somos y vivimos, podremos ver todos los sucesos que en ella han ocurrido, toda su historia, algo de lo que el ocultismo llama “anales afásicos”



Hagamos un último esfuerzo y remontémonos al alma del Universo, del Logos, de la Divinidad, y, supongamos que, por algún medio que esté en la naturaleza de nuestra alma, aunque sea de nosotros desconocida, ésta se inmerge en Aquélla, o se asoma al simbólico ojo, lo cual no es tampoco absurdo, sino también lógico y razonable, ya que nuestra alma es de la naturaleza de Ella, y de Ella procede, en Ella vive y hacia Ella va por el camino del progreso: entonces nos será factible presenciar todos los sucesos, no sólo del pasado, sino que también del porvenir, puesto que en Ella son todos presentes y vistos por simbólico ojo encerrado en el triángulo.




Teniendo en cuenta, lector querido, que cuanto hemos dicho de grabados y fotografías, de los sucesos como la de asomarse al alma, o al Ojo, lo has de tomar en sentido figurado, ya estás preparado para saborear y deleitarte con la última y más hermosa parte de este libro, que, acaso sin esta preparación, te hubiera parecido algo abstracta. Si así es, me daré por contento, pues para todo lo anterior seguro estoy que no has menester preparación ni acicate alguno, ya que el asunto es de suyo atrayente en grado sumo, y el autor lo expone con gran pericia y acierto.



Hasta el presente, con ser muchos los artículos y libros que se han escrito de Psicometría, todos han sido estudios fragmentarios. Desde hoy tenemos una obra de conjunto, cuyos méritos nos veda ensalzar el antiguo afecto que al autor nos une; pero que no puede privarnos de enviarle nuestra cordial y primera felicitación, por la labor realizada con esta obra en pro del despertar espiritualista de la ciencia actual.


EUGENIO GARCÍA GONZALO





PROEMIO

Por Dios, señores sabios, explicad! Es vuestro oficio; y no volver la espalda o cerrar los ojos”


EUGENIO NUS

A mediados del pasado siglo, cuando la “danza de las mesas” y las “simplezas del magnetismo” daban patente de orate, pudo muy bien Eugenio Nus dirigir a los “inmortales” de las Academias el apóstrofe con que encabezamos nuestro trabajo: era justo y estaba en su lugar; los doctos por insólito que parezca, ha de haber una ley que lo explique, y que esa ley, es a la Ciencia a quien corresponde descubrirla y proclamarla, no se dignaban descender de su empíreo, y con una mueca despectiva, o con una frase irónica, respondían a todo aquel que le invitaba a ver y, a estudiar el por qué de la psicofísica. Y se aplica esta ciencia o este ramo de la ciencia psicológica, a indagar el cómo y el por qué de ese nóumeno en todo lo físico, desde la conjunción de los átomos para formar la molécula, hasta la estructura humana.




La “psicometría”, objeto de este tratado, no tenemos por qué sintetizarla aquí.



Un individuo distínguese de otro en todo, pero en especial, en lo que se relaciona con su conciencia. No hay conciencias tipo, no puede haberlas en manera alguna. El error de la antigua Psicología consistió, más que en otra cosa, en suponer a la conciencia íntegra, y por lo mismo, uniforme para todos los individuos. Hoy puede afirmarse que la Psiquis no es una conciencia, sino un agregado de estados de conciencia. Cada cual, sólo puede ser el tipo de sí mismo. Esta es la razón por la que la “psicología individual” se ha impuesto.



No obstante las diferencias que caracterizan a los individuos, hay fenómenos extremadamente complejos derivados de ellos, tales como el lenguaje, las religiones, los ideales políticos y filosóficos, los mitos, las leyendas, las costumbres, las ciencias, las artes, la literatura, etc., que no puede dudarse tienen una psicología propia, y, que fuera en vano tratar de explicarlos de otro modo que por un modo de sentir, de pensar, y de determinarse colectivo; y a tales fenómenos, es a los que estudia la “psicología social”.



La “psico-fisiología” es la psicofísica del animal. Estudia la psiquis de la célula, del órgano, del aparato, del sistema y del conjunto de sistemas; estudia la relación y dependencia de un elemento orgánico para con otro elemento orgánico; estudia la ley de herencia con la que tanto se esclarecen muchos misterios.




Un hombre enfermo, ante los estímulos externos, no reacciona de igual modo que un hombre sano. Se comprende, por lo tanto, que ha de haber una psicología mórbida o anormal para los primeros, y otra psicología sana o ponderada para los segundos. A mayor abundamiento, el estudio de ciertos hechos de patología mental, han puesto de relieve la realidad y la potencia del fenómeno psicológico. Hay enfermedades, y no pocas, que no reconocen otra causa que la idea fija subconsciente, y las tales, sanables por yatropsíquica y rebeldes a todo otro tratamiento, justifican, con exceso, el que se incorpore a las lecciones clínicas la muy útil de la rama “psico-patológica”.



El “hipnotismo”, la “sugestión” y la “fascinación”, prodigados hasta el exceso en nuestros días, han hecho indubitable la posibilidad del desdoblamiento del ser humano en personalidades diferentes; y, además, desplegando, hasta cierto límite, la actividad supernormal de determinados sujetos, nos han hecho asistir a fenómenos tan estupendos, tan curiosos y tan preñados de fecundas enseñanzas, como las telepatías, la acuidad y transposición de los sentidos, la regresión de la memoria, la exteriorización de la sensibilidad y de la motilidad, el aumento o disminución de peso en los cuerpos, la levitación, el paso de la materia a través de la materia, etc., etc.; hechos todos que bien merecen un capítulo aparte de la ciencia psicológica.



Y la “psicología infantil”, y la “psicología animal”, no están menos justificadas que las anteriores. Cierto que una y otra pueden considerarse como los prodromos de la Psicología sin adjetivos; pero cierto también que en los niños y en los animales se dan grupos de fenómenos de conciencia que les son propios, característicos, y que no hay razón ninguna que abone el que tales fenómenos se menosprecien o se confundan con otros más complejos.



Resulta, pues, que la división del trabajo que la Psicología contemporánea ha establecido en sí misma, tiene como objeto formal el más amplio y minucioso conocimiento de la Psiquis. Y aquí es de ley que llamemos la atención del lector, porque ha llegado el momento de proclamar muy alto, haciendo lo que la Ciencia no hace y distanciándonos totalmente de la Psicología escolástica, que la Psiquis no es el Yo, no es el sujeto y objeto de si mismo, sino que es la personalidad empírico-social surgida de la adaptación de la vida rico-social surgida de la adaptación de la vida interior al mundo físico y al mundo moral que nos envuelve. Todos los fenómenos de orden psíquico, así lo corroboran. Y corroborando esto, corroboran también, de modo indirecto que el Ego, el Ente metafísico, ha de ser por necesidad conciencia, y no estados de conciencia; número inmanente, y no fenómeno circunstancial; vida pura, profunda, sin analogía con los gregarismos del existir, y no modalidad del existir.



La ciencia oficial, ya lo hemos dicho, no ha llegado todavía a proclamar estas tesis; y lo que es más; tampoco es fácil que llegue a proclamarlas, por lo menos, como no cambie de rumbos. Es su divisa dejar a un lado lo que se sustraiga a sus medios de observación y análisis; y por ello, aún reconociendo que los fenómenos del mediumnismo, los fenómenos del metapsiquismo, naturales o provocados, son contrarios a las leyes conocidas de la física, de la química, de la mecánica, de la fisiología y de la biología, trata de comprenderlos y explicarlos por medio de esas mismas leyes que le son contrarias. Hace mal. Se empeña en conservar el vino nuevo en odres viejos, y esto ha de darle, le está dando, mediocres resultados. Observar hechos, comprobar su realidad, provocar otros para que sirvan de control, y luego, limitarse a clasificarlos y distribuirlos por series, no puede dar otra consecuencia que la que ya ha dado: consecuencia importantísima sin disputa, pero no tanto ni tan radical y transcendental como debiera y pudiera.



Puesto que se trata de una ciencia nueva, de una ciencia absolutamente original y especial, nuevos han de ser los métodos que se empleen en su estudio. En las ciencias experimentales, físicas, químicas o mecánicas, la relativa conexión entre sus elementos constitutivos puede ser más o menos importante, pero siempre es disociable, siempre permite estudiar aisladamente a tales elementos, y explicar la relación de dependencia de unos con otros. En el metapsiquismo sucede lo contrario. Empezamos por necesitar para la experimentación, no instrumentos físicos ni medios químicos, sino un instrumento humano, el sujeto, el médium, que después de ser difícil de hallar y más difícil de manejar (1), resulta que en sus facultades especiales, no ofrece fijeza ni permanencia, sino inestabilidad, caprichosidad, a las que no puede reducir ni la voluntad del experimentador ni la voluntad del sujeto; y por ende, en muchísimas ocasiones, no siendo suficientes las facultades del médium para los fenómenos de un orden intenso y complejo, se asocian a ellas las de otros instrumentos humanos, los asistentes, siempre que entre ellos se llegue a formar un todo homogéneo. En segundo término, si no es raro que a la observación se presente espontáneamente un hecho aislado, es rarísimo que a la experimentación le ocurra lo mismo; pues sucede, generalmente, que cuando se trata de obtener, por ejemplo, la aparición fantásmica, precedan a ella, o sean con ella simultáneos, los movimientos con contacto o sin contacto, los fenómenos luminosos, la alteración de peso en los cuerpos, las percusiones, los dictados medianímicos, las glosolalias, etc. Y como si toda esta complejidad fuera poca para entorpecer la labor de análisis de los hechos metapsíquicas, quedan, todavía, los psiquismos y los automatismos de todos los presentes en el acto del experimento, y en especial, del médium, y queda el que, para favorecer la producción del fenómeno, hay que amoldarse a la explicación que el médium da de los hechos.(1)



Lo real es que sólo los fenómenos físicos-contactos, levitaciones, traslaciones, fulgores, apariciones fantásmicas…-son los que, hasta cierto punto, se prestan a la experimentación, porque son también los únicos que encajan en los procedimientos de laboratorio: peso, medida, fotografía, gráfica, control… Los otros, toda la rica gama de la visión y la audición a distancia y sin el concurso de los sentidos, de la lectura y transmisión del pensamiento, de la escritura directa, de la glosolalia, de la telepatía retrocognitiva y premonitora, de los mensajes cruzados, etc., etc., es observable, encuestable e hipotetizable, pero no es experimental. Después de todo, es lógico que así sea. Podemos apreciar y medir el alcance de nuestros sentidos, la fuerza de nuestros músculos, todas las capacidades de nuestro organismo material; pero no podemos conocer, apreciar ni medir la extensión exacta de nuestras facultades intelectuales y morales. Luego, si en nosotros mismos no tenemos medio de alcanzar exacto conocimiento de lo que nos pertenece en el orden psíquico, ¿vamos a tenerlo en aquello que no nos pertenece?



Salta a la vista, después de lo dicho, que la ciencia no puede ufanarse de haber cumplido del todo su misión en lo que con el metapsiquismo se refiere; y que no la cumplirá tampoco, en tanto, como ahora, se atenga a los hechos y descarte las hipótesis. El estudio del metapsiquismo ha de hacerse en su totalidad, o no resulta tal estudio. Observar un hecho, experimentar un hecho, y no tratar de explicarlo por temor a que la hipótesis lleve al prejuicio, es dejar las cosas a medias. El fenómeno en sí, solo, aislado, sin tomar para nada en cuenta el problema filosófico que plantea, puede ser tan estupefaciente y tan brutal como se quiera; pero es vacuo, es falto de meollo. ¿Qué nos dice la levitación de un mueble, el paso de la materia a través de la materia, la aparición fantásmica, el agénere…descartándolos del “prejuicio” que resulta de compararles con otros hechos similares para establecer filosóficamente sus diferencias? Absolutamente nada. Decimos hoy que son aquéllos contrarios a las leyes conocidas de la física, de la química, de la mecánica…precisamente porque el “prejuicio”, esto es, el juicio previo que tenemos formado de cómo se comportan y lo que exigen las antedichas leyes, nos permite, al observar o experimentar el fenómeno, darnos inmediata cuenta de que éste no encaja en los moldes de aquéllos. Pero, al formular este nuevo juicio, surge espontáneo en nuestro intelecto un interrogante, un “por qué”. ¿Tratamos de contestarle? Pues tenemos que hipotetizar, porque el fenómeno en sí mismo no da otra cosa que la evidencia de que es contrario a las leyes conocida ¿Rehuimos la contestación? Pues del fenómeno no queda para nuestra conciencia otra cosa que un sombrío y lancelante misterio: un misterio


(1)   Fichrnoy, “Espirits el médium”; Maxwell, “Les phenómenes Metapshychieques”; “Une méthode spéciale au metapsychisme”.



Físico o fisiológico, o psicológico; pero misterio al fin. Sabemos que el hecho no es conteste con las leyes conocidas; mas no sabemos qué es ni por qué es.



Concretándonos al fenómeno psicométrico, -tema único del que nos proponemos tratar en las páginas que siguen-¿qué nos dice, si le despojamos de la interpretación filosófica? Muy poco de provecho. Un sujeto a quien se le entrega un objeto, una carta, por ejemplo, se la aplica o no se la aplica a la frente, y nos dice a los pocos instantes quién es el que ha escrito la misiva, sus condiciones físicas y morales, el lugar en que se halla, lo que hace, el contenido del pliego, y, en el caso más feliz, algo relacionado con el pasado y algo relacionado con el futuro del que trazó aquellas líneas. El fenómeno, intrínsecamente, no consiste en otra cosa. Nuestra experiencia nos dice que esa acuidad perceptiva del sujeto, no es lo normal, lo corriente, lo que se conforma con las leyes fisiológicas y psicológicas conocidas; pero no nos dice más, ni el fenómeno tampoco ¿Es posible que se reduzca a esto toda la trascendencia del hecho? La simple circunstancia de no conformarse con lo normal, con lo corriente, ¿no impele con fuerza irresistible a la exploración de lo ignorado? ¿Y cómo entrar en este campo no valiéndonos de la hipótesis?



Convengamos porque es fuerza convenir en ello, que rehuir la hipótesis, tratar de descartarla en el estudio de los fenómenos metapsíquicas, es, sencillamente, un despropósito; despropósito del que ella se venga, primeramente, asediándonos, acosándonos por todas partes; y después, dándonos la evidencia de que el valor de un fenómeno o de un grupo de fenómenos, no estriba en los fenómenos en sí, sino en la deducción filosófica que los explique.



Ya sabe la Ciencia qué es lo que tiene que hacer para llenar cumplidamente su cometido: observar, analizar, eso sí; pero interpretar también lo que observe y analice. En tanto que posible sea, la interpretación debe de ir a la par de la observación del experimento. Lo contrario puede dar, ha de dar necesariamente por consecuencia, un estudio deficiente, y lo que es más grave, un entorpecimiento en ese estudio.



“¡Por Dios, señores sabios, explicad! Es vuestro oficio; y no volver la espalda o cerrar los ojos!”



Nosotros, sin ser sabios, sin poder tener la pretensión de que se nos tenga por estudiosos cuando menos, trataremos de “explicar”.


Que el lector tenga y ponga por su parte la necesaria cautela, para que, de nuestra explicación, aproveche lo lógico y recuse lo que carezca de racional fundamento.







PSICOMETRIA


Presentación


Hay en el ser viviente “principios dinámicos y psíquicos de orden superior, independientes del funcionamiento orgánico, y preexistentes y supervivientes al cuerpo.

DR.GUSTAVO GELEY
(El Sér Subconsciente)



Se presenta la psicometría como el arte de interpretar la historia íntima de los objetos, la de aquellas personas a quienes han pertenecido o con quienes han estado en contacto íntimo, y, la de los acontecimientos o simplemente hechos que se han desarrollado en torno suyo.


            Otra definición de la Psicometría, es ésta: “Percepción, con el auxilio de los sentidos hiperfísicos, de lo que se escapa a los sentidos ordinarios.”



Esta segunda definición, además de ser más amplia que la primera, presenta, en síntesis, una hipótesis explicadora del fenómeno; hipótesis que poco, la moderna Psicología. De tiempo inmemorial venían siendo objeto de explotación más o menos lucrativa por parte de las sonámbulas extralúcidas, de las adivinas, de las quirománticas, de las fabricantes de talismanes y amuletos, de los que, en fin, se dedicaban a las artes adivinatorias y a las ciencias ocultas, con el santo propósito de obtener con ello un modo de vivir. ¿Era todo falso, era todo verdadero lo que de tales entes provenía? Ni lo uno ni lo otro. Si hubiera sido todo falso, la cultura pública ha progresado lo bastante para que tales agoreros no recibieran de ella el debido merecido; si fuera todo ventadero, tiempo ha que su realidad se hubiera impuesto como verdad axiomática. No es todo verdadero ni es todo falso; y por ello se da el curioso espectáculo de que hombres inteligentes, instruidos, que gozan en la sociedad de envidiable reputación, que ocupan en la cátedra, en la tribuna, en la prensa o en el foro puestos prominentes, y lo que es más grava, que dudan de todo, acudan a esas síbilas para que les recuerden su pasado, les orienten en su presente y les rasguen el velo que les oculta su porvenir. Esto, hecho por el vulgo, merecería de todos un solo y unánime juicio: ¡es muy fácil condenar la credulidad de los imbéciles! Pero cuando los crédulos son, en vez de imbéciles e ignorantes, personajes de mundial renombre en ciencias, en letras, en política, en dinero.., formular aquel juicio resulta un poco más difícil.



Hoy hay ya motivos para discurrir con más acierto en la materia. Han hablado los sabios, y sus palabras son las de la observación y la experiencia. No se ha dicho, ni es fácil que se diga, la última palabra a ese respecto; pero se ha dicho lo bastante para saber a qué atenernos.



Estudiando el Profesor Hyslop los fenómenos de Psicometría que se daban con Miss Piper, ideó dividir las visiones de la sujeto en factores: imágenes, hechos, lugares, acontecimientos, premoniciones, etc., y clasificar cada uno de estos factores en exacto, falso, dudoso o indeterminado, según pudiera apreciarse. Por ejemplo: Entregándole a un psicómetra un pliego cerrado, dice que ve un gabinetito coquetón, amueblado con muebles blancos, y en él una señorita escribiendo el pliego que se le ha entregado; que esa señorita es morena, de ojos grandes y negros, de estatura regular, esbelto talle y color sano, y que viste elegante bata color barquillo; que la carta va dirigida a una muy amiga suya, y en ella la cita para una entrevista que deberán tener al día siguiente en el paseo de X; que la señorita ha mandado la carta que acaba de escribir por su doncella, que es bajita, vivaracha y de pocas carnes, y que viste de negro con delantal blanco; que la carta fue recibida por la destinataria en la escalera de su casa, en el momento de salir a compras con su mamá; y que la entrevista de las dos amigas no podrá tener lugar, porque un repentino ataque cardíaco que sobrevendrá a la madre de la criada momentos antes de que la tal hubiera salido de casa, la retendrá en ella, y muy apesadumbrada por cierto.


Descomponiendo esta visión en factores, tendríamos:


Imágenes: La señorita que escribió la carta, la doncella portadora, la señorita destinataria y la mamá de ésta; y para cada una de ellas, las respectivas particularidades, que iríamos calificando de “exacto”, “falso”, “dudoso” o “indeterminado”.



Hechos: La escritura de la carta, la entrega a la doncella, y la recepción por la destinataria.



Lugares: El gabinete coquetón y la escalera de la casa de la amiga. Acontecimientos: La cita, la fecha y el lugar. Y Premoniciones: El ataque cardíaco de la mamá de la citada y la resolución y estado de ánimo de ésta.



Pues bien: con un procedimiento analítico semejante, el profesos Hyslop obtuvo con Miss Piper, por término medio, el resultado siguiente:




Factores exactos………………..……….……  37
por
100
falsos…………….……….……..  18
por
100
dudosos…………………….…..  31
por
100
indeterminados……………..  11
por
100



Una Comisión de la “Sociedad Universelle dÉtudes Psychiques” (sección francesa), que experimentó en 1910 con los psicómetras Mme. Blane (un psudónimo), Mme. Poncey, Mlle. Strega y M. Phaneg, siguiendo un método parecido, dio respecto a los resultados, este cuadro sinóptico.

Nombre de los Sujetos





Mme. De Poncey

Mme. Blanc

Mlle. Strega

M. Phaneg
Número de experiencias

3

13

14

23
Número de factores

19

165

161

420
Factores exactos

13

45

79

65
Factores falsos

3

73

42

108
Factores dudosos

-

12

16

11
Factores indeterminados

3

35

21

210
Término medio de factores por experiencia

6

12-6

11-5

18
Experiencias señaladamente felices

1

2

6

2
Factores exactos por porcentaje

68

27

50

15



La misma comisión llevó a cabo para darse cuenta más cabal de los resultados positivos del fenómeno, cuatro “experiencias testigo” y veintiocho de “control”. Consistieron las primeras en utilizar como psicómetra al primero que se prestó a ello, y perseguían la finalidad de fijar numéricamente la parte que hay que hacer al azar en esta clase de acuidades; pero se percató la Comisión de que si la persona que se prestaba a la experiencia poseía facultades psicométricas latentes, el fin con ella perseguido resultaba defraudado, puesto que pudieran atribuirse al azar los éxitos que de hecho pertenecieran a la facultad en latencia. Teniendo esto en cuenta, abandonó la Comisión las “experiencias testigos” y las sustituyó por las de “control”. Consistieron éstas, en comparar entre sí, en tanto pudieron compararse, los objetos psicometrizados.

Se les clasificó en cartas, paquetes cerrados, piedras y objetos de oro. Cada una de las experiencias recibió un número de orden, y estos números fueron comparados al azar, dos a dos, tantas veces cuantas ofrecieron medio hábil; es decir: se comparó las visiones descritas por un sujeto referentes a una carta, con las visiones que describió relativas a otra carta, a un paquete, a un objeto de oro y a una piedra, y así sucesivamente. Además, al objeto de que el “control” resultara menos sugerido, y de que los éxitos atribuibles al azar, resultaran más justificados, se pidió a las personas que habían remitido los objetos para ser psicometrizados, que manifestaran por escrito lo que hallaran de cierto, de dudoso, de indeterminado y de erróneo en la descripción que se les remitía, que no era, precisamente, la del objeto por ellas enviado, sino la del primero que les vino a mano. Y resultó que de las veintiocho experiencias, veintisiete no ofrecieron ningún punto coincidente, y la que los ofreció, fueron tres factores en contra, contra dos en pro y otros dos indeterminados. Héla aquí: Se aplicó a un brazalete de oro (objeto de la experiencia III 13/3/11, la descripción hecha a propósito de un pequeño reloj de oro (objeto de la experiencia III 11/5/11), y se envió al dueño del brazalete.


La descripción, en extracto, decía: “Sangre, operación, muerte. Persona enferma echada sobre un sofá; casa con jardines de arbustos y de hojas grandes. Un mendigo amenaza a una dama. Escena emocionante (banderas rojas). Sensación de angustia soportada largo tiempo, que termina por un suicidio. Pozo en cuya inmediación pasó un hecho dramático, en el fondo del pozo, huesos;-Y el dueño del brazalete manifestó que reputaba exacto lo del enfermo echado sobre el sofá, y, falso lo de la operación quirúrgica, lo de la amenaza del mendigo y lo de la escena emocionante. También reconoció exacto lo del jardín, en el que un joven se había suicidado, y fue enterrado en el propio lugar del suicidio; pero nada dijo del pozo, ni de si el suicidio fue el término de una vida de angustias por largo tiempo soportadas. El resumen estadístico de estas experiencias, lo presenta el siguiente cuadro sinóptico:



Experiencias de Control


Experiencias Testigo, en la que sirvió de sujeto una persona extranjera.

Paquetes
Cartas
Factores exactos por porcentajes
14
14
18
Experiencias señaladamente felices
0
0.5
2
Término medio de factores por experiencia
10
17
13
Factores indeterminados
14
35
25
Factores dudosos
3
26
12
Factores falsos
20
90
147
Factores exactos
6
28
41
Número de factores
43
188
225
Número de experiencias
4
11
17


Todavía se propuso la Comisión obtener algún dato acerca de lo que pudiera intervenir en la producción del fenómeno la lectura o la transmisión consciente o inconsciente del pensamiento, y al efecto llevó a cabo cincuenta y dos experiencias más: treinta y siete de ellas en las que los objetos psicometrizados eran conocidos de uno o dos de los asistentes al experimento, y las quince restantes, en las que los objetos eran desconocidos para todos. El resultado final fue:


CON OBJETOS CONOCIDOS
CON OBJETOS DESCONOCIDOS
Buenas………………………..9…… 21%
Buenas………………………..  0….0 %
   Bastante Buenas………5……13 %
Bastante buenas………………. 2 … 13%  
Medianas………………..8…… 22 %
Medianas…………………….. . 3  …20 %
Malas………………… 15…….41 %
Malas…………………………  10 … 67%


El término medio de los resultados felices de todas las anteriores experiencias, es, como puede comprobarse, de un 27 por ciento; cifra, poco halagüeña, dice la Comisión, si no se diera el caso de que, si quedó a tan bajo nivel, fue debido al total fracaso de ciertos sujetos. Y concluya: “La explotación de la cantera que hemos cruzado, no tenía por objeto la extracción de un mineral rico en fenómenos supranormales-la Psicometría, en las condiciones de nuestras sesiones, parece bastante pobre,-sino que queríamos solamente determinar su naturaleza. ¡Es preciso tratar una tonelada de pecblenda para extraer un gramo de radium y para verle brillar!” (1)



Con efecto: se necesita tratar mucha “pecblenda”, mucha, para al fin ver brillar una casi inapreciable parcela de “radium”; pero si a la postre brilla este radium, no puede dudarse de que la contenía aquella ganga. Así, en los fenómenos metapsíquicas en general, y en los psicométricos metapsíquicas en general, y en los psicométricos particularmente, un solo hecho irrefutable adquiere un mérito extraordinario; más extraordinario todavía que el del radium; porque, al fin y al cabo, éste se purga de su escoria por métodos conocidos, irrefraglables, matemáticos; y el fenómeno, al revés, no tiene método fijo, va mezclado con elementos ignorado, y exige un instrumento por naturaleza rebelde.



He aquí la causa por la que , sin haber alcanzado en la experiencia el éxito apetecible, el fenómeno psicométrico se da por inconcuso. La estadística puede ofrecer, ofrece, sin disputa, un porcentaje mínimo en los éxitos, precisamente porque la suma en los sujetos suele ser una resta para los que en verdad merecen ese nombre; más si se estudian aisladamente algunos hechos, si se sigue de cerca la labor de determinados psicómetras, ese porcentaje asciende en gran escala (1).



(1)    Enquéte sur, la psychométrie; Procés verbal de la Seance de la “Soc. Uio. dÉtud, Psychic. », sectión de París, du 22 juin 1911.

(2)   Venzano, con Miss Piper, obtuvo, en algunos casos, 53 factores exactos, 37 indeterminados y 10 falsos ; Diepel, con buchaunan, 51 factores exactos, 20 dudosos, 13 indeterminados y 16 falsos ; y de Vesme, con Phaneg, 63 factores exactos y 37 indeterminados.


Y es que hay sujetos y sujetos, y hay, ocasiones y ocasiones. Esto lo saben cuantos han experimentado en psiquismo.



Lo transcendental en este asunto no es la cantidad, sino el hecho. Ni la calidad, en cierto modo, es cosa decisiva. Que sean cien, o que sean cien millones los fenómenos Psicométricos registrados, poco importa: lo que importa es que haya algunos, media docena solamente, que evidencien de un modo indubitable la realidad del fenómeno. ¿Los hay en estas condiciones? Grasset opina que no pueden atribuirse al azar los fenómenos psicológicos en que concurran, entre cien, de veinte a treinta coincidencias; Maxwell y Geley se contentan con quince; en los datos anteriores hemos visto que dan un veintisiete como nínimum: luego, bajo esta fe, podemos afirmar que sí los hay. Y habiéndolos, está en razón nuestra tarea al pretender agruparlos, estudiarlos, compararlos con otros similares y deducir consecuencias. Aquí ha de ser donde la calidad nos dé sus frutos; fuera de aquí, su intervención es prematura.



Sentemos, pues, una base: la de la realidad del fenómeno psicométrico. Ahora, vayamos a su estudio, para terminar deduciendo consecuencias.






CAPITULO II

Los hechos


“Yo no digo que esto sea posible; digo que es.”
W. CROOKES


Para todo estudio, lo primero que precisa es adoptar un plan. De este modo es como, con un menor esfuerzo, puede aspirarse a un mayor provecho.


Nosotros hemos adoptado un plan sencillo, sencillísimo, para el estudio que empezamos. Consiste, solamente, en ir de lo simple a lo compuesto.


Los fenómenos psicométricos que han de ocuparnos, aunque en el fondo son uno solo- y conste que no anticipamos que lo sean,- en la forma se ofrecen muy variados, y alguno de ellos, muy complejos.


No es bueno hacer con ellos un inextricable amasijo.


Agrupándolos por clases, y dentro de éstas, por cierto orden de categoría, es indudable que el análisis ha de hacerse más factible, más apropiado, más completo; y hecho el análisis en esta forma, la síntesis, si acertamos, podrá ser más general, más concluyente, más lógica.


Vayamos a la obra.






CLASE PRIMERA Psicometrías simples


GRUPO A


Caso primero. Lo tomamos de una carta que se ha dignado remitirnos una suscritora de la revista que publicamos (1), cual suscritora reside en Madrid.


“Había sido invitada a una recepción en la Embajada inglesa, y habíamos quedado en vernos allí con la duquesa de… Me disponía a tomar el coche para ir a la recepción, cuando Carmencito, mi doncella, me entregó un pliego que acababan de traer. Miré el sobrescrito y no conocí la letra. No sé lo que pasó por mí; lo que sé es que experimenté cierta conmoción, cierto estremecimiento general, y que no me atrevía a romper el sobre y enterarme de su contenido, “Lumen”, revista científico-filosófica de estudios psicológicos, porque presagiaba que era portador de una fatal noticia. Y lo era, efectivamente. Se me anunciaba en el billete que la duquesa no asistiría a la recepción, porque su señora madre había tenido un síncope y peligraba su vida.─Eugenia, Marquesa de…


Caso Segundo.También nos lo ha proporcionado otro suscriptor a “Lumen”; éste residente en Salamanca.


“Solemos reunirnos en tertulia un coronel retirado, Un ex Magistrado, un farmacéutico y este servidor de usted. Le doy estos detalles para significar con ellos que aunque nuestra cultura no sea sobresaliente, tampoco es tan escasa que nos dejemos llevar de cualquier impresión pasajera. Pues bien: tiempo atrás nos hallábamos reunidos, y hablábamos, como siempre, del chisme o de los chismes del día, siendo, en aquella ocasión, uno de tantos, un artículo publicado por “El Liberal”, de Madrid, que hacía referencia a determinados experimentos psicométricos. A propósito de ello, dijo el coronel: “Yo poseo cierta reliquia, que cada vez que la retengo entre mis manos, noto cierto no sé que. ¿Quieren ustedes que la mandemos a buscar, y que veamos si les pasa a ustedes lo que a mí?” Aceptamos la invitación por curiosidad y, pasatiempo, y, convenimos en que cada cual retendría la reliquia entre sus manos por espacio de diez minutos, que luego escribiría en un papel las impresiones que notase, y que estas impresiones se mantendrían reservadas hasta que todos hubiéramos hecho el experimento.


También se convino en que la reliquia viniera cubierta, y en que no se descubriera hasta después de haber leído las impresiones de todos. Fuese el coronel, y a poco volvió trayendo un envoltorio pequeñito, al que había precintado y sellado. Tomó el objeto el magistrado, y a los diez minutos se lo entregó al farmacéutico, mientras él, en una hoja de papel que arrancó de su cartera, trazaba algunas palabras. De modo parecido procedimos el farmacéutico y yo. El coronel, por su parte, también escribió las impresiones que solía experimentar, aunque en aquella ocasión no retuvo entre sus manos la reliquia. Y he aquí lo que cada cual escribimos. El magistrado: “Me he sentido embargado de cierto arrobamiento místico, como cuando en la Misa elevan a Dios”. El farmacéutico: “Me han dado ganas de arrodillarme”. “El coronel: “Mis impresiones, siempre que tengo la reliquia, son de apocamiento, de anonadamiento; como si la inmensidad se desplomase sobre mí”. Yo: “No me ha causado impresión ninguna especial.” Como es de ver, todas las impresiones de mis contertulios, son, en cierto modo, coincidentes, y la mía, no es discordante, sencillamente porque no dice nada. Se descubrió el objeto, y resultó ser un pequeño ídolo traído por el coronel de Filipinas…─Doroteo Dorado.”


Caso Tercero.Lo publicó, en Marzo de 1907, la revista “Annales des Sciences Psychiques”, de París, y se trata de uno de los experimentos hechos con la psicómetra Mme. Home:


“Tengo la sensación de estar escribiendo rápidamente; estoy muy atareada: tengo mucho que escribir; me doy cuenta de que la persona de quien proviene este objeto, tiene algo que hacer, pero no puedo determinar el objeto de su trabajo, o mejor, de su escritura.”


Para esta experiencia le fue entregado a la sujeto un envoltorio conteniendo un lápiz que pertenecía a una persona ausente; y he aquí lo que acerca del resultado de la experiencia dice M. E. H. Mac Lea:


“Se trata de un lápiz de mi hermana. No he podido dejar de sonreír de la exactitud de las impresiones de Mme. Home. Mi hermana es una persona muy atareada; escribe con gran rapidez y se sirve de su lápiz para escribir sobre temas de lo más diversos. El lápiz estaba envuelto en un papel, lo que autoriza a decir que Mme. Home no sabía de qué objeto se trataba.”


Caso cuarto.Procede de la misma revista que el anterior, y se contrae a otro experimento con la misma psicómetra:


“Leo, y no es un libro frívolo: he de pensar en lo que leo. Me parece conocer al propietario de este objeto. Me siento triste. No percibo nada más.”


El objeto que sirvió para esta experiencia, fue un par de anteojos envuelto en papel opaco. Quien lo proporcionó, se expresa así:


“Una tarde llevé a Mme. Home los anteojos que usaba mi padre, envueltos en un periódico y después en un papel azul. Mme. Home no podía apreciar lo que contenía el paquete, y por ello, llamóme la atención la descripción que me hizo, que es absolutamente correcta. Mi padre lee bastante en libros que requieren mucha reflexión y está con frecuencia triste. Puedo añadir que Mme. Home no ha estado nunca en relación con él.─M. E. H. Mac Lea.”


Caso quinto.─ Se halla, “in extenso”, en la página 19 del volumen VIII de
Proceedings, y el Dr. Hodgson lo resume de este modo:


“Dos mechones de cabello, cuya procedencia era conocida de los experimentadores, le fueron sucesivamente entregados a Phinuit (1). Los cabellos habían estado antes, por poco tiempo, envueltos juntos. Phinuit, en primer término, se dolió de que los mechones hubieran estado en contacto, y la relación que dio después a su respecto, fue casi correcta, salvo en algunos detalles, que correspondiendo a un mechón, los aplicó al otro, y viceversa.”


Caso sexto.Este lo provocamos directamente, entregándole una carta a una señora que en Barcelona ejerce o ejercía, cuando menos, hace siete años la profesión de psicómetra. La carta procedía de un caballero residente en Gibraltar; era la primera que de él recibíamos, y no teníamos otros antecedentes de su persona que los que él mismo nos daba en aquel pliego. Por esto, precisamente, elegimos la tal carta; nos pareció que con ella, nuestra intervención inconsciente en el fenómeno había de ser menos activa.


La psicómetra nos dijo:


“Esta carta le habla a usted de asuntos que no entiendo. Viene de Inglaterra… no, de una población en que se habla el inglés y el castellano. El que la ha escrito, es un señor de mediana edad, que se dedica a negocios y tiene un corazón muy bueno.


(1) Phinuit es la personalidad medianímica de Mrs. Piper. Rogamos a la psicómetra que tratara de interpretar algo de la carta, y aunque se lo propuso, no lo consiguió; le pedimos también que hiciera un esfuerzo por tratar de concretarnos la edad, la profesión y el nombre del caballero comunicante, y nos contestó, después de intentarlo, que no le era posible.


Preguntámosle a otro amigo, también residente en Gibraltar, la edad, profesión y modo de ser moral del señor H…; y este amigo nos respondió:

“Tiene sobre unos cincuenta y cinco años; es tendero de comestibles, y su alma es tan grande, que por él, más de cien obreros y menesterosos no sucumben al peso de la miseria.” Por nuestra parte debemos añadir, que, en la carta psicometrizada, nos hablaba el señor H… de asuntos metafísicos.

Las características de este grupo, según se ve, son la actualidad y la imprecisión en el detalle de los fenómenos. No puede negarse que el fenómeno existe; pero hay que reconocer que existe en estado incipiente y en vías de desarrollo.

El caso primero, para muchos, tendrá poco de psicométrico, y lo estimarán mejor como uno de tantos de presentimiento. No recusamos ese juicio, y si no fuera porque el presentimiento subsiguió a la recepción del billete, opinaríamos lo mismo. Es este detalle, sólo este detalle, el que nos induce a creerlo psicométrico. Lo que no obsta para que, por el momento, suspendamos todo juicio, así respecto a los presentimientos en sí mismos, como respecto al hecho psicométrico con relación a ellos.


Los otros casos, ya es cosa diferente. Sin prejuzgar, tampoco, sobre la causa positiva y el desarrollo verdadero del fenómeno; sin ver ni dejar de ver en el objeto sometido al psicómetra el motivo determinante para que su facultad en latencia se convierta instantáneamente en activa, es lo cierto que hay en todos ellos un algo que evidencia esa facultad, y que comparándolos entre sí, dan a esa facultad una especie de graduación que permite pensar, sin ofensa para el buen juicio, que si el magistrado y el farmacéutico del caso segundo se sintieron emocionados al contacto del ídolo traído de Filipinas, y si a Mme. Home le pareció estar escribiendo rápidamente y leyendo en un libro abstruso (casos tercero y cuarto) no debió de ser por mera casualidad, puesto que las coincidencias felices en ellos persisten y se acentúan en Phinuit y en la psicómetra de Barcelona. De no traicionar a la razón, puede admitirse todo ello como producto de una facultad incipiente: pero no como designios del azar. El azar no es otra cosa que la deificación de la ignorancia.


GRUPO B


Caso séptimo.Es uno de los experimentos realizados en 1910-1911 Mlle Strega, por la Comisión de la “Sociedad Universal de Estudios Psíquicos”, Sección de París.


M. de Vesme presenta a la psicómetra un pliego que pertenece a M. Archat. Es un papel plegado que al transparente deja ver que es un dibujo, M. Achat no sabe lo que es : se lo entregó su señora con las mismas dobleces que él lo entrega.


La señora Achat se halla sentada al lado de la sujeto, y, antes de la sesión han hablado largo rato de cosas indiferentes; pero no, ni por asomo, de esta experiencia, ni de ningún hecho que con ella pudiera relacionarse. Mlle. Sirega, después de pedir permiso, que se le concedió, para desdoblar el pliego, llevó éste a su espalda para probarnos que no le miraba, le desdobló en dos de sus ocho dobleces, le palpó, y dijo: “Esto no es carta; esto sale de un gabinete de trabajo, en donde ha sido hecho por un hombre. Veo como dibujos, como planos, cuyo origen es sobre todo científico. La persona que lo ha escrito es un sabio. (El papel era un diseño que había servido para una experiencia de transmisión de pensamiento entre M. Achat y M. Warcolier. Hay en él algunas frases que se refieren al dibujo, escritas por M. Warcolier. El dibujo fue hecho por M. por M. Earcolier. El dibujo fue hecho por M. Achat.) “Veo un hombre alto y fornido; lo que no quiere decir que sea el que ha escrito el papel.” (M. Achat). “La escritura es compacta (exacto); la firma es corta y se diría que está sin rubricar (exacto). No hay márgenes: es como un documento (exacto). Noto la influencia de un niño, que debió estar por allí. (Se evitaba la presencia del hijo de M. Achat cuando iban a empezar las experiencias; éstas se celebraban de noche, y se acostaba antes al niño.) “El papel ha estado entre las manos de alguien que se ocupa en asuntos industriales (exacto). Debe llamarse Pablo (exacto), o debe llamarse así algún vecino; yo percibo este nombre. Veo una reunión de hombres: se trata de un círculo industrial o científico. Ocúpase de un asunto (exacto, del que trata el papel (falso), en el que se entrevé una esperanza al fin (exacto); por ejemplo un descubrimiento en el que se halla empeñado un sabio. Hay de por medio una Juana (falso). El asunto requiere muchas experiencias (exacto) y dará resultados de provecho.” (indeterminado)


Caso octavo.Se le entrega a la psicómetra, Mme Home, un objeto envuelto en papeles que hacen de todo punto imposible que aquél pueda ser reconocido, y dice:


“Me veo imposibilitada de salir del lugar en que me hallo; me siento estacionaria de una manera extraña, como si estuviera atada. Quisiera salir de los cuatro muros que me rodean, y no puedo. No percibo nada más”.


Y dice Mme. T. W. Fisher, que es la que proporcionó el objeto psicometrado.

“Las impresiones percibidas por Mme. Home, son exactas. Los objetos que le envié para ser psicometrizados, envueltos en huata y papeles, son la cadena del reloj y el dije que usaba mi marido. Ninguno de ambos objetos los ha usado nadie desde que mi esposo murió. Mi esposo padecía de parálisis parcial en las piernas, y estaba confinado en su sillón.”


Caso noveno.Es de la misma procedencia que el anterior. Mme, Home dice:


“Envoltorio conteniendo algo de tela, según pude apreciar por el tacto; pero perdí esta vaga noción del objeto cuando me puse a hablar. “Toco algo frío, muy frío”─dije. Un pensamiento acudió a mi mente. ¿Debo decir lo que siento realmente? ¿No será un sacrilegio? Decidí rápidamente que la experiencia no tendría ningún valor si no decía todo lo que sentía, y continué. “Tengo la impresión de que he tocado el rostro de un muerto; tengo mi mano sobre él; me siento cerca de algo bien triste.”


El objeto psicometrizado era el forro de un casquete que perteneció a un caballero que cayó yendo en bicicleta y murió de una afección cardíaca. El coronel Taylor y la señora Carruthers testifican la exactitud de esta experiencia.


Caso décimo. Lo tomamos de la obra Defensa del Espiritismo Moderno, de Alfredo Russell Wallace.


Le suplicó sir Trevelyan al Secretario de la Sociedad de Geografía, le proporcionase manuscritos de diversas personas que estuvieran en el extranjero, sin darle sus nombres y a quienes él no conociera. Recibió tres manuscritos y los sometió a la psicómetra. Esta descubrió en todos los casos en qué país se hallaba la persona; en dos, dio las señas exactas de los autores; y describió, en los tres, la ciudad de donde procedían los manuscritos y la hora que en cada una de ellas marcaba el respectivo reloj cuando los tales fueron terminados: extremos todos cuya exactitud se comprobó.


Caso undécimo. Lo publica el Dr. J. Haddock en su obra Somnolism and Psychcism:


La tarde del miércoles, 20 de Diciembre de 1848, fue robada la caja del despacho de Mr. Word, especiero en Cheapside (Boston). Aunque intervino la policía, no pudo descubrirse al ladrón. El especiero sospechaba de una persona. Se dirigió al Dr. Haddock con el objeto de ver si la psicómetra Emma podía descubrir al autor del robo. Puesto en relación con ella, a los pocos momentos comenzó Emma a hablar como si estuviera sola. Dio las señas de la caja y de su contenido; dijo cómo se había cometido el robo y en dónde se había escondido el dinero, y describió con tal exactitud al ladrón y el traje que llevaba, que Mr. Word reconoció inmediatamente quién era, aunque no tenía la menor sospecha de aquella persona.─Mr. Word buscó a éste y, le dijo que optara entre ir a la casa del Dr. Haddock o a la oficina de policía. Eligió lo primero, y cuando entró en el cuarto en que estaba Emma vuelta de espaldas, le dijo ésta que era un mal hombre, y que no llevaba el mismo traje que cuando cometió el robo. Al principio el ladrón lo negó todo, diciendo que ni noticia tenía de tal crimen; pero la psicómetra le dio tantos detalles y tan exactos, que aquél se vio obligado a confesar su delito y prometió devolver lo robado.


Caso duodécimo.Se publicó en Cleveland Paindealer, y el experimento se hizo con el psicómetra Powel.


Un experimentador rogó a una señora de su amistad que escribiera el nombre de una persona sobre una tira de papel, lo rollara y lacrara y se lo remitiese, para efectuar un experimento. La señora que esto hizo no estaba en la sesión, y el caballero que recibió el rollo, no sabía lo que el mismo contenía. Se mezcló este rollo con otros, y cuando al azar puso en manos del psicómetra el rollo de referencia, éste se lo aplicó por un extremo a la frente, y en el acto palideció y se desplomó de espaldas. Levantóse poco después, y con voz débil pronunció las palabras siguiente: “Decidle a Katie (así se llama la que escribió el papel), que no se trata de un accidente ni de un suicidio, sino de un cobarde asesinato cometido por Mr. Lane. Hay pruebas que lo acreditan.”


Y, con efecto: se hallaron las pruebas aludidas y Mr. Lane fue reducido a prisión y condenado a cadena perpetua.


Lo que Mrs. Katie había escrito en el papel, era esto: “La muerte de Lady Laner, ¿fue un accidente, un suicidio o un crimen?

 Caso decimotercio.Lo refiere el Dr. Hodson en Preceedings, vol VIII, pág.22.

“Mr. Rich había traído consigo una caja, de la que ignoraba el contenido. Phinuit describió exactamente a la persona X, que había entregado la caja a Rich, a la persona Y, que había procurado a X el objeto encerrado en la caja, y a la persona Q, que había dado ese objeto a Y. El objeto encerrado en la caja fue descrito por Phinuit como una especie de amuleto con una superficie brillante. Añadió que había sido traído “de una región muy lejana, del otro lado del Océano”. Se trataba de un botón cincelado (pero no brillante) que procedía del Japón y que había sido llevado últimamente como amuleto en un medallón de oro”.


Caso decimocuarto. Puede leerse “in extenso”, también en Proceedings, vol XIII, pág. 352. Su extracto es este:


La nodriza de Mrs. Thaw presentó un envoltorio, en el cual había un mechón de cabellos de su propia madre. Phinuit se puso a hablar de su madre; y luego, tocándole con el dedo alrededor del cuello, le dijo: “Ponéoslo ahí, y llevadlo siempre, como vuestra madre os ha recomendado” La nodriza negó la exactitud de lo dicho, afirmando que Phinuit se había equivocado. Entonces Mrs. Piper, estando tadabía en “trance”, rasgó la envoltura y puso a descubierto un “Agnus Dei”, objeto que efectivamente la madre de la nodriza había recomendado a ésta llevara siempre colgado del cuello.


Caso decimoquinto.Es otro de los experimentos llevados a cabo por la Comisión especial de la “Sociedad de Estudios Psíquicos”, Sección de París, en 1910-1911. Este experimento tuvo por sujeto al psicómetra Phaneg.


Entregósele a éste una carta perteneciente a M. de Vesme. La carta carecía de sobre, pero estaba cerrada por medio de una pinza y no podía verse su contenido. No presentaba otro aspecto que el de una hoja de papel rayado en blanco, y, ello no obstante, el psicómetra dijo:


“Paisaje; rada de una gran ciudad construida sobre una meseta detrás de montañas elevadas; país montañoso, pero no de Europa. (La carta había venido de San José de Costa Rica, ciudad construida en una meseta a cuya espalda tiene montañas muy elevadas). Puente suspendido a cierta altura con gran audacia: obra notable. (Existe, en efecto, ese puente). Un fuerte u obra de defensa, con soldados vestido de amarillo y rojo. La carta ha sido escrita o tocada por una persona que tiene mando civil o militar: un administrador o un hombre de leyes; es muy instruido y tiene a su cargo guiar a otros. (Desempeña, en efecto, un cargo oficial en la república de costa Rica). Impresión de temblor de tierra, de accidente, de llamas. La carta ha asistido a un bombardeo, en ejercicios, o en guerra verdadera; visión de barcos disparando. (Hubo recientemente un terremoto muy importante en Costa Rica, según manifestó la propia persona en otra carta; en cuanto al bombardeo, ¿podrá relacionarse con la revolución de Nicaragua?) Oro, minas de oro no lejos de la persona que ha tocado el pliego. Un patio, y en su rededor, personas con campanillas en la mano, que las van haciendo sonar a medida que andan, debe ser una procesión o un entierro religioso. Un templo. Noto la impresión de que el pliego ha sido tocado por alguien que se ocupa en ciencias psíquicas, de mediumnidad: hay en el ambiente experiencias medianímicas” (La carta fue escrita por el señor Corrales, padre de la famosa médium costarricense.)


En resumen: 22 factores, descompuestos de este modo: Exactos,14; falsos, 0; dudosos, 0; indeterminados, 8.


Si los hechos agrupados en la Categoría precedente no bastaron para darnos la convicción de que los psicómetras poseen determinadas estesias no comunes a la generalidad de los seres, los que acabamos de agrupar, nos parecen suficientes para descartar toda sospecha a ese rescpecto. La estesis supranormal es inconcusa; lo que ignoramos todavía, es su origen y su técnica.


Strega, interpretando el diseño de M. Achat, no sólo nos habla de los grafismos que hay en él, sino de algo invisible que le agrega el que le tuvo entre sus manos, y de otro algo que el diseño ha recogido del medio. Igual hace Mme. Home con la cadena del reloj y con el forro del casquete. Y Phaneg, finalmente, lleva a tal extremo la percepción y descripción de lo invisible, que nada dice del contenido de la carta objeto de la experiencia, y nos hace asistir, en cambio, como en visión cinematográfica, al lugar en que se escribió, para que apreciemos su orografía, su topografía y su geología; para que nos demos cuenta de algunos usos y costumbres de las gentes de aquel lugar; para que presenciemos luchas y catástrofes; para que conozcamos social y moralmente al remitente de la carta, y para que sepamos, por último, que allí también hay alguien que se ocupa de mediumnismo. Esto es asombroso, aunque sólo sea una extensión de lo asombroso de los casos precedentes.


¿Fue la carta quien le trajo a Phaneg la visión de lo por él descrito, o fue Phaneg quien, guiado por la carta, se trasladó a Costa Rica, para ver lo que luego dijo? Si fue la carta, ¿cómo, en qué forma aportó tales imágnes, visibles para Phaneg y ocultas para la inmensa mayoría; Si fue Phaneg, ¿cómo, en qué forma pudo trasladarse a Costa Rica sin abandonar París, y ni siquiera el lugar de la experiencia?


GRUPO C


Caso decimosexto.Mister W. T. Otead, director de la Review of Review, remitió una carta a la psicómetra londinense Miss Bliss, rogándole que la psicometrizara y tratara de descubrir la enfermedad que aquejaba al autor de ella. La sujeto le contestó: “ Con efecto, el autor de la carta que me remitís, ha estado muy enfermo de fiebres en la América del Sur; pero ahora ya está bien, y dentro de cinco o seis semanas tendréis noticias suyas.” A las seis semanas menos dos días recibió Mr. Otead la carta anunciada, y con ella, la confirmación de todo lo precedente. Era esta carta, como la psicometrizada, de Mr. Brown, y procedía de Manaos (Brasil), mientras que la que sirvió para el experimento, estaba fechada en San Luis de Potosí.


Caso decimoséptimo.La propia sujeto había ido a pasar el día a la propiedad de Mr. Blackman, y a éste se le ocurrió aprovechar la ocasión para saber el curso de la enfermedad de un amigo suyo residente en Glasgow. Entrególe una carta del aludido, y Miss Bliss le dijo: “No está en su casa, sino en el hospital de San Bartolomé; en este momento acaban de hacerle una operación en la vejiga, que presencia un señor de más de mediana edad, con patillas grises y el ojo izquierdo vaciado. La operación se ha hecho con feliz “éxito”. Días después recibió Mr. Blackman una carta del “señor de más de mediana edad” (el padre del operado), confirmando en todos sus detalles la descripción que precede:


Caso décimo octavo.Lo refiere el Dr. Beaunis en Annales des Sciences Psychiques (Febrero de 1914).


…”En este momento M. Van Eeden me entrega una carta, que yo pongo en manos de Camila (la sujeto). Residiendo M. Van Eeden en Ámsterdam, yo creía que la carta procedía de esta ciudad. Para mayor claridad, numero las respuestas de Camila.


P.─¿De dónde viene esa carta?

R.─ 1. No viene de Francia.

(Abreviaré omitiendo las preguntas, salvo en ciertos casos convenientes)


2.Viene de una población que no es grande ni pequeña.

3.Sus habitantes van vestidos como nosotros.

4.Hay algo de agua.

5.Hay una plaza con una estatua, un hombre de pie, derecho: es un militar…Tiene algo en la mano.

6.La carta pertenece a un caballero.

7.Ha sido escrita por una señora.

8.Una señora joven.

¿Tiene hijos?

9.No.


P. ¿Dónde habita esa señora? Describid la casa.

10.Hay un pequeño jardín delante y otro gran jardín detrás. P. ¿En qué piso vive?

En el primero.

P. ¿Qué hace ahora?

 12- Toma el desayuno.

P. ¿Qué come?

13. No lo veo.

P. ¿Cómo es la calle en que está enclavada la casa?

14.Es una calle larga bordeada de árboles.

P. Esa señora, ¿goza de salud?

15.No; está enferma con frecuencia.


P. ¿qué le aqueja?

16.La cabeza, y algunas veces las piernas.


Una vez solos con Van Eeden, le pregunté qué había de cierto en las contestaciones de Camila.


─Oh!─me respondió─La experiencia puede considerarse deficiente, aunque está acertada en algunos puntos. La carta viene de Utrech (yo la creía en Ámsterdam), y las respuestas 1, 2, 3 y 4, son exactas; es inexacta la 5, puesto que yo no sé que en Utrech haya ninguna estatua como la descrita; son exactas la 6, 7 y 8, es inexacta la 9, porque la señora aludida tiene hijos; también lo es la 10, porque la casa no tiene jardín por delante; la 11 es a medias: el piso que habita es un entresuelo sobre unos bajos muy altos; probablemente es inexacta la 12 porque jamás suele desayunarse a esa hora; nada puede decirse de la 13, y las restantes son exactas. En suma, se ve que, a pesar de algunas contestaciones exactas, que pueden atribuirse al azar, la experiencia debe considerarse deficiente.


No me ocupé más del asunto; pero tres semanas después recibí, con gran estupefacción por mi parte, la carta que sigue, de la que omito todo aquello que no se relaciona con la experiencia.


                                                  Ámsterdam, 15 Julio 1889.



Mi querido Profesor:


No os he contestado hasta hoy, porque aún no había visto a la persona que me escribió la carta que dimos a Camila. Estuve ayer en Utrech, y, las descripciones dadas por Camila, se me han mostrado sorprendentemente exactas. “hasta en aquellos detalles que yo ignoraba completamente” (soy yo quien subrayo estas palabras) y, que creía más o menos erróneos.


Por ejemplo: paseando por Utrech, vi de pronto la estatua descrita por la sujeto. Es la estatua del duque Juan de Nassau, de pie, con coraza, teniendo en la mano un bastón de mariscal. No la había visto nunca, o no recordaba haberla visto, y por ello como tendréis presente, negué su existencia.


Otro detalle. Camila dijo que la persona que había escrito la carta, estaba en una casa muy grande, en la que había un pequeño jardín por delante y otro mayor por detrás. Juzgué tal descripción equivocada. La casa de la dama, que yo conocía muy bien, no tiene jardín en la parte anterior. Pues bien: en la mañana del 27 de Junio, a las 9, la señora X…no estaba en su casa, sino en la de una hermana, que habita una casa de la misma capacidad, en la misma población, situada, como la suya, “en una calle con árboles y teniendo un pequeño jardín por delante” (subrayado por M. Van Eeden) y, un jardín mayor por detrás.


Los hijos de esta señora no estaban presentes, y por eso Camila no pudo verles.


Dijo en seguida Camila que la aludida señora estaba desayunándose. Eso me pareció un poco extraño, a las nueve de la mañana. Pues precisamente sucedió que en la mañana del 27 de Junio, Mme. X…, estando a punto de emprender un viaje, fue a despedirse de su hermana, y ésta le indujo a desayunarse con ella antes de ponerse en camino.”


Caso décimonono.el Dr. Herbert Mayo, en su otra Letters on the Truths container in Popular Superstitions, refiere el siguiente hecho:

“Desde Boppard, donde residía por los años 1815 a 1816, envié a un caballero americano residente en París, un mechón de cabellos del coronel C…, inválido a quien entonces curaba. Yo mismo corté el mechón de la cabeza del coronel, y lo envolví en un papel escrito por dicho militar, a quien el señor americano no conocía ni de nombre, no tenía de él ningún dato, y por consiguiente no le era posible ni sospechar quién era el propietario del cabello. Se puso el papel en las manos de una notable psicómetra parisién, y ésta dijo acertadamente que el coronel tenía una parálisis parcial en las piernas, y que por otra enfermedad se veía obligado a usar un instrumento quirúrgico.”


Caso vigésimo.Miss Gertrudis Savage entregó a Phinuit un mechón de cabellos de su madre, y…”¡Ellen, Ellen!─dijo la psicómetra─Me parece
sobrado avara de sus cabellos. Tiene temperamento apacible, pero no goza de buena salud. Sus enfermedades le atacan a la cabeza; sufre terribles dolores de cabeza, debidos a la debilidad de los nervios de su estómago. Decidle que le aconsejo se someta a un régimen de duchas calientes; acordáos de esto. A lo que parece es pariente vuestra; esperad; es vuestra madre…según creo. Si, si; es vuestra madre, tiene uno, dos, tres, cuatro… hijos, dos varones y dos hembras…” todo lo que la psicómetra me ha dicho, es rigurosamente exacto─termina diciendo Miss Savage. (Proceedings, vol XVIII, págs. 101-102.

Caso vigésimo primero.Una hermana mía se moría sin remedio. Los médicos la tenían desahuciada, aunque ninguno de los que la visitaron supo o quiso decirnos cuál era la enfermedad que la consumía lentamente. Decidimos consultar a M. Reese, enviándole, muy bien envuelto, un trozo de la camisa que llevaba puesta la enferma. M. Reese, sin destapar el envoltorio, dijo: “Siento malestar general; me duele todo el cuerpo. Y veo la causa. Se trata de una enferma, de una pobre enferma, que tiene todas las enfermedades y no tiene ninguna. Se asustó mucho (exacto), y ese susto es el origen de su falta de apetito; de sus dolores en el pecho, en la espalda, en la cabeza, en los riñones, en todo el cuerpo; de su insomnio y debilidad general, y de su gran tristeza. Yo le recomendaría, primeramente, el baño gaseoso caliente y frío, con prudentes paseos al aire libre, y a medida que se fuera fortificando, las envolturas húmedas templadas, las frías, las duchas y el baño frío, pero sin dejar el paseo al aire libre, por entre pinos y plantas aromáticas si es posible, y aumentándole en proporción a las fuerzas que vaya adquiriendo. Tiene que eliminar muchos malos humores que envenenan su sangre.” Seguimos al pie de la letra el consejo: mi hermana mejoró visiblemente desde el cuarto día., y a los dos meses estaba del todo curada.─Leonardo Geisk.”


Caso vigésimo segundo.Lo presenta el Profesor Hyslop en las páginas 601 y siguientes de su admirable obra A record and discusión of mediumnistic experiments:


“ La sesión tuvo lugar el 6 de Diciembre de 1905, en presencia del Dr. Hodgson solamente, quien entregó al sujeto un guante que había recibido del profesor Hyslop con el ruego de que lo sometiera al “Doctor” para


obtener de él un diagnóstico. El sujeto tomó el guante, lo palpó, lo volvió del revés, lo volvió a palpar y, repalpar, y dijo:

─¿Deséais pura y simplemente un diagnóstico, o una prueba de identidad?

─Un simple diagnóstico.

Vuelve el sujeto a palpar y repalpar el guante; se lo lleva a la frente y al pecho: lo estruja, lo estira y dice:

─Jamás he visto nervios parecidos, dadme tiempo para estudiarlos.

Nuevo palpeo y estrujamiento del guante, nueva distensión del mismo, nuevo contacto con el pecho y la frente del sujeto, y

─¿Sabríais decirme si la paciente ha sido operada? ─No sé nada a ese respecto.

─Percibo que la enferma ha sufrido recientemente un rudo golpe moral. Noto síntomas de agotamiento nervioso, de bronquitis, de acidez gástrica: es muy sensible al calor y al frío; tiene dolores en el pecho izquierdo, y en ocasiones, en el costado del mismo lado. Es excesivamente activa; tiene gran penetración intuitiva… Informáos de si la paciente lee y, escribe mucho; percibo sensibilidad dolorosa en la base del cráneo. Veré si puedo localizar en ella alguna enfermedad especial, y si no lo consigo, será porque no exista. Cuando afirmé que había sufrido recientemente un rudo golpe moral, afirmé la verdad. Hallo un gran número de ocupaciones y de cargas que se acumulan en su vida; cargas de enseñanza…o de algo por el estilo…

─¿Puedes decirme si es joven o vieja?

El doctor vuelve por completo el guante, extendiéndolo hasta la punta de los dedos, y responde:

─Su influencia me parece una influencia relativamente joven; al menos esas son las apariencias; aunque es difícil pronunciarse a este respecto, porque hay personas que aunque avanzadas en edad, poseen una vitalidad y una energía superiores a las de muchos jóvenes. Mujer extremadamente tenaz en sus convicciones; caritativamente dispuesta a favor de todo el mundo; pronta a excusar los defectos ajenos y a refrenar y corregir los propios; generosa… Posee facultades medianímicas reales, que se manifiestan en ella de diferentes maneras, pero que no ejerce en ninguna dirección, salvo en la de leer el pensamiento y precisar las disposiciones ajenas. Hallo en ella pereza de funciones en el hígado y una irritabilidad exagerada, absolutamente excesiva. No veo síntomas de tuberculosis… Ojos enfermos, a lo que parece, debido a excesos de lectura, o algo semejante. Es todo lo que por el momento puedo decir.

La dama a quien pertenecía el guante, dice lo que sigue:

“En mi infancia, era muy nerviosa (el Profesor Hyslop agrega que lo es todavía…) “Es cierto que tuve que sufrir una operación”. No me veo flagelada por síntomas de bronquitis, pero si por toda clase de afecciones de la garganta: tuvieron que suprimirme las amígdalas, y a pesar de ello, mis sufrimientos continúan. En mi juventud, los doctores aconsejaron se tuviera mucho cuidado conmigo, si se quería evitar el gran peligro que corría de contraer la tuberculosis (esto explica la alusión a ella del diagnóstico). Soy extraordinariamente sensible al calor y al frío. “Sufro dolores en la región del corazón y en el pecho izquierdo. Poseo facultades intuitivas muy notables. He leído y estudiado mucho, y esto fue el origen de mi afección a la vista. Sufro perturbaciones muy marcadas en la base del cráneo, que se manifiestan por una sensación de fuerte opresión en ese punto; yo la creo de origen neurálgico… Estoy siempre agobiada de ocupaciones y de cargas, que si no son precisamente las de la enseñanza, son algo análogas… “ Es verdad que las funciones del hígado son en mi muy perezosas”, y este es el único desorden orgánico que padezco. “También es exacto que soy excesivamente irritable y que sufro acideces gástricas.”


Por su parte, el Profesor Hyslop le agrega este comentario:


“Puedo decir de mi propio saber, que la señora en cuestión hace gallardo alarde de una actividad extraordinaria y que está dotada de una penetración intuitiva absolutamente supernormal… que se manifiesta sobre todo con la “lectura del pensamiento y de las inclinaciones de las personas”. Hay hombres que se detendrían espantado ante tal potencia de análisis íntima.─Es, nuestra dama, caritativa y generosa hasta el punto de excusar vicios y faltas en casos en que el moralista sería inflexible y riguroso. Es verdad que es una señora de opiniones muy tenaces. Es verdad que debe sufrir bastante con su afección a la vista. Es verdad que goza de facultades medianímicas, y yo poseo testimonios de ellas que dan fe; de igual modo que es exacto que no ha ejercido estas facultades en ninguna dirección, salvo aquella de la lectura en la conciencia y en la subconsciencia ajenas. Afirmo, por tanto, que el diagnóstico sobre este punto, es absolutamente exacto. No sé nada respecto a las otras circunstancias reconocidas por ella exactas, a excepción de la que se refiere a su temperamento nervioso, que continúa siéndolo en extremo. De la operación sufrida, de su hígado perezoso, de su dolor al costado, de sus perturbaciones en la base del cráneo, nada sabía; me era todo completamente desconocido. Hubiera podido deducir que estaba muy ocupada y que había sufrido durante su vida numerosas crisis morales; pero no sabía nada de la importante que ha tenido que sufrir recientemente. No conozco su edad; pero probablemente, no baja de los treinta y cinco ni pasa de los cuarenta años. Es de apariencia juvenil, y goza de la vitalidad de una mujer en la plenitud de su desarrollo.

Los fenómenos de este grupo, y los del grupo que le precede, no ofrecen, en el fondo, ninguna diferencia. Que un psicómetra aprecie y nos describa la topografía de un lugar, las características de una persona o las exterioridades de una cosa, no parece más sencillo ni más difícil que el que aprecie y nos manifieste la nosología y nosogenia de aquel con quien, por medio del objeto, se le ponga en relación. El hecho es el mismo y la misma la técnica puesta en juego; lo que hay de diferente, y esto en modalidad, es el objeto perseguido.

En atención a este objeto, y para facilitar más tarde nuestro plan, los agrupamos separados. No es el fenómeno el que nos mueve a obrar así; son, sí, sus posibles consecuencias.


CLASE SEGUNDA


Psicometrías retrocognitivas


GRUPO D


Caso vigésimo tercero.Pertenece a las experiencias personales de Phaneg y lo cita en su Método de Clarividencia Psicométrica:


“Después de algunos segundos de concentración, ví elevarse las columnas y gradas de un circo de grandes dimensiones. Una multitud llenaba este edificio. La forma de los vestidos y los colores azules y rojos que dominaban, me hicieron reconocer el Coliseo bajo el imperio romano. Un cielo de un azul obscuro chocaba ante mis ojos. La arena estaba cubierta de sangre, y las fieras, agachadas cerca de un montón de cadáveres. Un joven vestido de blanco aún permanecía en pie; de repente fue derribado por un león y todo despareció.”


Los objetos que sirvieron para esta visión, fueron un diente de león y una vértebra humana hallados a cierta profundidad en las ruinas del Coliseo.


Caso vigésimo cuarto.Es de la misma procedencia que el anterior.


Desde el momento que el objeto estuvo en mis manos, vi el palacio de Versalles en todo su esplendor. No haré su descripción, porque la visión psicométrica había podido mezclarse con recuerdos de lecturas. Diré solamente que vi una señora morena, de nariz aguileña y labios rojos, que atravesaba un pasillo donde había un centinela. La escena cambió bruscamente; en una calle estrecha iluminada con la luz de varias antorchas, hombres con gorros rojos, armados de fusiles y picas, perseguían a la misma mujer. Por fin me encontré en una gran plaza cerca de un río. En el centro, la guillotina elevaba sus brazos rojos. Varios soldados la rodeaban. La misma señora apareció por la plataforma. Entregó a una persona que allí estaba sus alhajas, entre las cuales había un reloj de oro, y fue ejecutada.


Este mismo reloj fue el que sirvió para el experimento. Me fue confiado por una señora cuya abuela formó parte de la Corte de Luis XVI, y tuvo en sus manos la cabeza cortada en la Plaza de la Revolución en 1793.


Caso vigésimo quinto.También tomado de la obra ya citada:


“De nuevo sentí la sensación de ser arrastrado hacia un sitio muy apartado, y vi lo siguiente: alrededor de un estanque cubierto de plantas blancas y verdes, frágiles abedules formaban un círculo irregular. En medio de las aguas negras y heladas, una roca parduzca elevaba en la obscuridad sus esbeltas formas, como el huracán sobrepuja en un sitio de verdor. De repente, sobre la tranquila superficie del estanque aparecieron como copos de nieve arrojados en un espejo de bronce, resbalando ligeramente estos fluidos ligeros y luminosos. Poco a poco estas ondulaciones impalpables se condensaron y tomaron una forma vaga y mal definida aún. Sobre el césped de flores de un rojo duro, los vapores se unieron, una ondulación los cubrió por todas partes, y a la vez, nuevas formas humanas deslizáronse entre las ramas de los abedules. La luna se abrió paso en este momento entre espesas nubes, viniendo a aumentar el aspecto fantástico de esta inolvidable escena. Por fin las formas se detallaron más. Los hombres y mujeres llevaban unas ropas verdes, otras túnicas cortas y varias clases de capuchas oscuras. Comenzaron una danza extraña, difícil de describir. En este momento mi atención fue atraída hacia la roca que se hallaba en medio del estanque. Vi una llama verdosa atravesada por luces amarillas, surgir bruscamente del sitio de verdor. Esta llama remolinó y sucesivamente tomó formas diversas, con tal rapidez, que distinguía solamente como unos ojos inmensos y sobrehumanos, una corona, una flecha, flores, etc.


Esta visión, que duró largo rato, fue obtenida con un hueso humano encontrado en un cementerio galo, inviolado hasta los primeros siglos de nuestra era.


Caso vigésimo sexto.─ Le Matin de 4 de Julio de 1906, relató las experiencias realizadas con un psicómetra por el geólogo Gayet y el periodista Gaston Mery. Entre las tantas, dice que habiéndole entregado al sujeto un anillo hallado por Gayet en la “momia dorada” de un templo consagrado al culto dionisiaco, el psicómetra hizo la descripción de procesiones, fiestas, orgiásticos banquetes, etc., etc., con tan estupenda exactitud histórica, que dejó asombrados a los hombres competentes, y añadió que la muerta momificada llamose en vida Arteminisia, y que por su belleza sin par, fue la sacerdotisa predilecta de Antiguos.


Caso vigésimo séptimo.Lo expone el geólogo Denton en su libro “El alma de las cosas”, y la psicómetra que sirvió para el experimento, fue su propia señora.

Aplicándose ésta a la frente un pedazo de piedra de la casa de Cicerón, en Túsculo, pero sin saber de dónde procedía, describió, no sólo el ambiente físico del gran orador romano, sino el del dictador Sila, a quien antes había pertenecido aquella casa.

Otros muchos experimentos curiosos se leen en la mentada obra, y entre ellos, los siguientes:

Un trozo de mármol del primitivo templo cristiano de Smirna, evocó en la psicómetra la visión de una muchedumbre de fieles en actitud deprecatoria mientras los sacerdotes oficiaban; un hueso y un diente de animales antediluvianos, le dieron la visión, por breves momentos, del animal vivo con todas sus sensaciones; con un trozo de fósil de las primeras épocas terciarias, reconstituyó la escena y los parajes en donde el animal había vivido; etc., etc.


Caso vigésimo octavo.Lo publicó la Recue du Spiritisme Moderne en Febrero de 1908.

“Paseaban dos amigos por el campo, y hablaban de cosas indiferentes. Al llegar a cierto sitio en que había restos de una pared, uno de los paseantes cogió de ella un trozo de cascote, quedó como abstraído contemplándole, y le dijo a su compañero:

En otro tiempo existió aquí una fábrica, y en este mismo lugar en que estamos, existía un pozo de alquitrán, donde se quemó accidentalmente un operario. Y dijo el nombre del infeliz operario que allí había muerto.

Interrogada la gente que habitaba aquella región, ninguno tenía conocimiento de que hubiera existido fábrica alguna en aquel lugar.

Investigándose en los archivos públicos de la ciudad vecina al local, descubrióse que, en efecto, doscientos años atrás, existió en aquel punto, hoy desierto, una fábrica, y que un operario, con el nombre indicado por el psicómetra, había caído en un pozo de alquitrán, muriendo en él abrazado.


No tienen los fenómenos de este grupo, primero de la clase segunda, la imprecisión que los del grupo A de la clase primera; pero si tienen cierta imposibilidad de ser comprobados y cierta posibilidad de poder explicarse por otra hipótesis que la psicométrica, y esto nos induce a equipararles con aquéllos.


Leyendo el primero del grupo, el vigésimo tercero, se está viendo uno de los muchísimos cuadros a que ha dado asunto la persecución y martirio
 de los primitivos cristianos; y se ve de tal modo, que se comprende que una simple asociación de ideas, dispertada por la de tener entre sus manos un diente de león y una vértebra humana hallados entre las ruinas del Coliseo, bastara a Phaneg para tener la visión subjetiva del espectáculo descrito. Sin ser psicómetra, a cualquiera medianamente instruido podía haberle ocurrido lo mismo.


Por temor a que pudiera mezclar con la visión recuerdos de lecturas, no describe Phaneg, en todos sus detalles, la tragedia que le retrotajo el reloj de oro que le sirvió para el experimento veinticuatro; y ese mismo temor, en nuestro concepto bien fundado, es el que a nosotros nos induce ano dar gran valor a la experiencia mencionada, porque creemos que de conocer la historia del reloj a dramatizar la escena, no es cosa de gran monta lo que media.


Persona de gran ilustración y de riquísimo magin, según ha demostrado en otras obras, bien pudo Phaneg, también por la simple asociación de ideas, poetizar el cementerio galo al contacto de un hueso humano de uno de ellos proveniente, como antes dramatizó la historia del reloj y la del diente del león. ¿Qué hay, sino, en la descripción a que aludimos, sino un hermoso ensueño de poeta?


Confesamos francamente que si otras pruebas no tuviéramos de las facultades psicométricas de Phaneg, las descritas, no lograrían convencernos.


El anillo de la momia dorada (caso vigésimo sexto), el trozo de piedra de la casa de Cicerón (caso 27), el trozo de fósil de las primeras épocas terciarias, etc., etc., buenos son para citados como experimentos curiosos; pero no lo son para tomados como pruebas concluyentes. Nosotros por lo menos, los dejamos a un lado, con todos los respetos merecidos.


¿Y el caso veintiocho? Si se hubiera averiguado y confirmado que el psicómetra ignoraba en absoluto la historia de aquel sitio, y que ignoraba, de igual suerte, la existencia del archivo y de los documentos en él que corroboraban su visión, fuera este caso de los más netamente psicométricos, y de los más precisos y arrolladoramente evidentes. Por desgracia, nada se dice a este respecto.