- Valiantine en Inglaterra - Capítulo V - El investigador hace una profecía




VALIANTINE EN INGLATERRA

- H. Dennis Bradley –

CAPÍTULO V


El investigador hace una profecía – Mister Evan Powell – El médium que fue atado a una silla – Fenómenos físicos – Una sesión negativa – La inteligencia inferior del espíritu – Un incidente desdichado.

Julio 1923


A mi regreso a Inglaterra me había imaginado que sería para mí una cosa muy sencilla estudiar el espiritismo y hacer experimentos asistiendo a sesiones. Tal es, creo yo, la impresión del público en general. Recibí una verdadera sacudida al descubrir que no era así. En Inglaterra se celebran relativamente pocas sesiones, porque hay pocos médiums dignos de confianza; de aquí que sea en extremo difícil conseguir una sesión. Esto acaba con el argumento de que es una profesión lucrativa, pues si así fuera sería más explotada. Yo he conocido muchas personas que desean estudiar el espiritismo y no pueden encontrar médiums que les proporcionen una demostración real. Aunque la manifestación espiritista ha existido sin duda en todas las épocas, su estudio parece haber sido tan contrarrestado que todavía se encuentra en su infancia y yo estoy convencido de que sólo se ha tocado su ribete. En Inglaterra solamente se han encendido los primeros chispazos del conocimiento, pero antes de que haya acabado el siglo XX acaso veamos resplandecer una llamarada de comprensión.


Junto a las personas que tienen el deseo formal de conocer la verdad hay el individuo arrogante que es lo bastante generoso para conceder que si se le prepara una sesión para el jueves en ocho días, por ejemplo, después de cenar, asistirá a ella con mucho gusto siempre y cuando que se le garantice que tendrá una conversación con su prima Kate, a la que quería mucho, pues le gustaría saber qué tal le va en el otro mundo.


Esta es, por supuesto, una actitud completamente disparatada; pero es característica. Es imposible saber lo que sucederá en una sesión si es que sucede algo.


Gracias a la buena voluntad de mistress McKenzie pude yo hacer mis primeros experimentos en Inglaterra.


El primero no me impresionó en lo más mínimo. Tuvo lugar en Londres y el médium fue míster Evan Powell. Se hallaban presentes otras diez personas, a ninguna de las cuales conocía yo de antes; tampoco había visto previamente a míster Powell.


Fui presentado a la reunión y al médium como “míster Dennis”.


El médium fue atado a su silla, con las manos y los pies fuertemente ligados con cuerdas para que no pudiera moverse. Según se me dio a entender, este es el procedimiento usual en algunos casos de prueba, y se hace así para contrarrestar las suposiciones de fraude. Por necesario que esto pueda ser, experimenté cierta irritación ante este penoso malestar impuesto a un ser humano al que se suponía el medio merced al cual podía conseguir la comunicación con los espíritus. Aquello me parecía revelar una nota de aspereza y de perversa puerilidad y tenía el sabor de un pasatiempo de nigromante. Si yo fuera un espíritu situado en el otro plano, me inclinaría a considerar con desprecio estos procedimientos, y seguramente no me dignaría manifestar mi presencia.

Sentí entonces, como siento ahora, que la actitud de recelo y desconfianza es el mayor obstáculo para el progreso.

Detrás del médium había un gabinete con cortinas en el que había una pequeña mesa con algunas flores y un blanco disco luminoso de unas nueve pulgadas cuadradas. Fueron apagadas las luces y nos quedamos a obscuras enlazados unos a otros por las manos. Se cantaron algunos cánticos, en los que no tomé parte a causa de mi desdichada voz y de la falta de una educación musical moderna.


Pasado un rato el médium entró en trance, haciendo algunos ruidos extraños y guturales muy aflictivos que movían a mi compasión.


Luego empezó a hablar a los reunidos como Black Hawk y fue saludado como tal por muchos de ellos. Black Hawk es el espíritu guía del médium y habla a través de sus labios. Pero la voz  y el acento no eran nada distintos de los de míster Powell, salvo que hablaba hasta cierto punto un inglés deformado.


A mí se dirigió varias veces llamándome míster Dennis, lo cual no era nada convincente.


No aparecieron espíritus, pero hubo lo que se califica de fenómenos y manifestaciones físicas. La mesa se elevó, al parecer por propio impulso, tras las cortinas corridas del gabinete, y se colocó en el centro de la habitación. Las flores se apartaron e la mesa y flotaron en la estancia, tocándome a mí y a los demás una o dos veces en las rodillas y la cara. También el disco del médium apareció y flotó en alrededor nuestro. La mesa se movió de un lado a otro de un modo considerable, y por último, habiéndose excitado, cayó al suelo.


Esto fue prácticamente todo lo que aconteció. En aquella ocasión hacía un calor extraordinario, y la humedad atmósfera que allí reinaba no hacía nada ideal pasar allí la calurosa tarde… Uno es propenso a sentirse en un estado algo irrigable ante la necesidad de tener agarradas manos sudorosas durante un tiempo considerable.


No quiero criticar a míster Powell, ya que se me informó de que la temperatura de la estancia y las condiciones estaban contra él. Mi impresión es que míster Powell es absolutamente genuino; pero a mí no me conmueve los fenómenos físicos. Si a la luz del día la mesa de mi cuarto se tornara súbitamente demostrativa y trepara hasta el techo, colgado en él de sus patas traseras, yo me quedaría impertérrito.


Si no hubiera llegado anteriormente a un plano mental o intelectual de comunicación, no hubiera creído que valía la pena de consagrar más tiempo a estos estudios. La sesión de míster Powell fue,  mi juicio, totalmente negativa. Al mismo tiempo comprendo que es absurdo esperar resultados en todo momento. Los médiums sólo tienen ciertos poderes, y estos poderes varían; y no pueden invocarlos a voluntad. Yo no creo siempre aguardando las conveniencias nuestras.


Todos los hechos de esta experiencia, que a mí no me parece probar absolutamente nada, muestran simplemente que fue exhibida una demostración física de cierto género. Si hombres de ciencia probaran que se había producido sin ayuda humana, acaso pudiera afirmarse que tenía algún interés demostrativo. Pero aun en ese caso no lograría estimular mi espíritu. Una vez que ha aceptado uno la certidumbre de la vida después de la muerte, no puede conseguirse ningún desarrollo mental mediante la contemplación de fenómenos físicos. Estos sólo pueden juzgarse como las manifestaciones de inteligencias inferiores de los espíritus. Sin embargo, cosa bastante extraña, a muchísimas personas parece impresionarles más los fenómenos físicos que los fenómenos mentales. Tal vez se deba esto a que en las etapas iniciales las primeras e imperfectas señales se consideran indebidamente.


Desde que he leído alguna de la literatura sobre espiritismo me resulta nauseabundo descubrir la forma desagradable como tratan la cuestión algunos escritores.


En cierto libro se consagra varias páginas a una sesión celebrada en las oficinas de un periódico londinense, a cuya sesión asistieron muchos personajes conocidos, y todo lo que sucedió fue que en las rodillas de uno de los presentes fue depositado un broche. Y en este desdichado incidente se basó una controversia sobre si el espiritismo era verdadero o falso. Semejante exhibiciones son un retroceso y una degradación de la idea del espíritu. En comparación con ésta, la sesión de míster Powell, careciendo como carecía de emoción y sentimentalismo, fue una pantomima por excelencia.


El espíritu suprimirá, inevitablemente, este género de representaciones. Debemos buscar las altitudes más elevadas antes de que podamos esperar llegar a la inspiración.


Y la influencia del espíritu, que es superior a cuando podemos concebir, es el secreto de la inspiración y del genio.


Más Allá de las Estrellas