Sobre las vírgenes que lloran sangre y el psicoanálisis

Sobre las vírgenes que lloran sangre y el psicoanálisis

F. P.




Cuando un suceso como una estatua de la virgen, de Jesús, o el Niño Jesús empieza a soltar sangre en forma de lágrimas o de herida o algún líquido la iglesia corre a hacer propio el suceso como milagro y frotándose las manos ya que una religión donde el punto fundamental es tener fe, pues los sucesos físicos que ocurren en forma de milagro pueden reforzar más a sus fieles.

No podríamos llamarlo milagro pues sabemos que es un fenómeno psíquico, Scott Rogo cuenta cómo el abate Vachére en 1923 tuvo experiencias de este estilo, un cuadro que empezó a emanar sangre, fue retirado de su casa, y otro cuadro empezó a echar también sangre, después una hostia y un niño Jesús, de manera que quedaba bien claro que el fenómeno es psíquico producido desde el inconsciente, no es ningún milagro.

Iré en el camino que habría ido Nandor Fodor, y estoy seguro que mi explicación no le produciría ningún malestar. Antes de todo quisiera dar una pequeña explicación sobre la sangre y el miedo desde el punto de vista del psicoanálisis para después ir a explicar el fenómeno psíquico.

En  El Tabu De La Virginidad de Sigmund Freud nos da unas pistas para saber por dónde irá la solución del fenómeno:

Para explicar este tabú de la virginidad es posible aducir factores de diversa índole, que paso a examinar en rápida exposición. En la desfloración de la muchacha por regla general se derrama sangre; por eso el primer intento de explicación invoca el horror de los primitivos a la sangre, pues la consideran el asiento de la vida. Múltiples preceptos, que nada tienen que ver con la sexualidad, demuestran la existencia de este tabú de la sangre; es evidente que mantiene estrecha relación con la prohibición de matar y constituye una defensa erigida contra la originaria sed de sangre del hombre primordial, su placer de matar. Esta concepción articula el tabú de la virginidad con el tabú de la menstruación, observado casi sin excepciones. El primitivo no puede mantener exento de representaciones sádicas el enigmático fenómeno del flujo mensual catamenial. Interpreta la menstruación, sobre todo a la primera, como la mordedura de un animal mitológico, acaso como signo de comercio sexual con ese espíritu. Alguno de los informes permite discernir en este espíritu el de un antepasado, y así comprendemos, apuntalándonos en otras intelecciones, que la muchacha menstruante sea tabú como propiedad de ese espíritu ancestral.
Pero desde otro ángulo se nos advierte que no hemos de sobrestimar el influjo de un factor como el horror a la sangre. Es que este no ha podido sofocar costumbres como la circuncisión de los muchachos y los ritos todavía más crueles a que son sometidas las niñas (excisión del clítoris y de los labios menores), costumbres vigentes en parte entre aquellos mismos pueblos; y tampoco ha hecho caducar otros ceremoniales en los que se derrama sangre. No sería entonces asombroso que ese horror se superara en favor del marido para la primera cohabitación.

Entre los primitivos hallamos hoy al tabú ya entretejido en un sistema artificioso, en un todo semejante al que nuestros neuróticos desarrollan en sus fobias; los antiguos motivos han sido sustituidos por otros nuevos que configuran un todo armónico. Por eso, sin entrar a considerar aquellos problemas genéticos, retomaremos la intelección de que el primitivo erige un tabú donde teme un peligro. Podemos decir que este último es siempre psíquico, pues el primitivo no se ve forzado a trazar aquí dos distingos que a nosotros nos parecen inevitables. No separa el peligro material del psíquico, ni el real del imaginario. En efecto, dentro de su concepción animista del universo, llevada hasta sus consecuentes términos, todo peligro proviene de un propósito hostil de un ser animado como él, así amenace desde una fuerza natural o de otros hombres o animales.

Ahora bien, por otra parte está habituado a proyectar al mundo exterior sus propias mociones internas de hostilidad; por tanto, a atribuirlas a los objetos que siente como desagradables o aun sólo como ajenos. En la mujer se discierne una fuente de tales peligros, y el primer acto sexual con ella se singulariza por un peligro particularmente intenso.

A modo de conclusión podemos decir, pues: La desfloración no tiene sólo la consecuencia cultural de atar duraderamente la mujer al hombre; desencadena también una reacción anárquica de hostilidad al varón, que puede cobrar formas patológicas, exteriorizarse con mucha frecuencia en fenómenos inhibitorios de la vida amorosa matrimonial

Vemos dos ideas clave, el derramamiento de sangre en la mujer es visto como un peligro o un daño causado por el hombre tras la desfloración o tras el periodo, esto genera un miedo inconsciente hacia el hombre, pero es un trauma que ha quedado latente en el inconsciente. En el caso del hombre es el miedo a la castración, el niño ve su bien más preciado (su pene) como lo importante pero si hay sangre es porque tal vez lo esté perdiendo y ese miedo latente también queda en el inconsciente. De esta manera la sangre es un tabú, un trauma del pasado que todo el mundo tiene pues su vida se ve peligrar. Por suerte con el paso del tiempo se interioriza y termina por afrontarse y dirigirse hacia otro lugar igual que lo hace un neurótico cambiando su objeto de deseo.

Ahora bien, ciertas personas pueden desarrollar neurosis debido a este miedo primitivo en el inconsciente tal vez por un suceso psíquico o físico que lo hace despertar del letargo. Por ejemplo un día alguien ve una escena donde un ladrón roba a un transeúnte, en ese momento puede generar en la persona que ve la escena un miedo que el inconsciente de repente se pone en alerta ante todos los peligros internos, entre ellos el miedo del pasado a la pérdida de virginidad o a la castración y desde ese momento desarrolla la neurosis nerviosa donde cualquier ropa de color rojo tiene que tirarla, por ejemplo. El miedo no proviene del robo, que no asustaría más de lo normal sino del esfuerzo del inconsciente por defenderse de un miedo muy anterior.

Pero ciertas personas no manifiestan sus temores a través de neurosis conocidas sino que se ayudan de las facultades psíquicas para exteriorizar esos miedos. Los párpados donde aparecen la carne roja, o en este caso la salida de líquidos o sangre está en representación de la vagina, y la salida de líquidos de las heridas de Jesús que están producidas por clavos, corona de espinas y una lanza representa la penetración de esta manera nos encontramos ante el simbolismo de la castración y de la pérdida de virginidad.

Como hemos dicho estos miedos están latentes a la espera de un suceso consciente o inconsciente que los despierte y que por la facultad psíquica es exteriorizado de esta forma paranormal. El inconsciente de las personas que sufren esta facultad busca imágenes religiosas porque representan también el padre y la madre, pues la misma religión así los llama a la virgen y a Jesús, de esta manera el complejo de Edipo, el deseo del niño por la madre y la niña por la madre puede exteriorizarse también, siendo ellos los causantes (el padre y la madre) de esos miedos en los niños, aunque siempre existe el fenómeno de transferencia, lo que no quiere decir que un hombre deba producir los fenómenos en una virgen y una mujer en Jesús.

Ya tenemos nuestra justificación inconsciente, esto puede ayudar bastante en caso de que se tuviera que llevar a cabo un trabajo psicológico en ayuda de alguna de estas personas.

Veamos qué posible mecanismo físico es el que produce estos fenómenos. Me remitiré a una idea que ya expuse en el pasado y que no extenderé aquí, los puntos cruciales son: todo el mundo tiene una cantidad de ectoplasma que se mueve en la cuarta dimensión física, los médiums son capaces de extraer y las personas normales no, aunque otros médiums son capaces de trabajar con ellos en la zona de la cuarta dimensión.

Los ectoplamas han sido estudiados y se ha llegado a la conclusión que en una parte de su manifestación están dirigidos por el inconsciente del médium, pues no hay motivo para pensar que no esté actuando también en este caso. El cuerpo está “abierto” a la cuarta dimensión espacial de manera que el ectoplasma está lindando con todos nuestros órganos, no tiene por qué estar concentrado en una parte. Cuando se analizó la sangre la primera vez en el caso del abate Vachére se encontró que había restos de aguas fecales, y esto seguramente fue debido a que el ectoplasma estaba lindando con la zona del intestino grueso y se alargó hasta los cuadro de Jesús haciendo una transfusión de sangre y liquido fecal. Después se volvió a analizar pues había otro cuadro que empezó a sangrar tras retirar el primero y se encontró que era sangre, entonces esta vez el ectoplasma bien pudo estar separado de esa parte y pudo hacer una transfusión de sangre limpia.

En esta hipótesis faltaría saber si la sangre que sale de la estatua se corresponde con la misma de algunos de los presentes, pues no tendría que ser de alguien en especial, el ectoplasma del supuesto médium podría sacar la sangre de alguno de los presentes, no tendría que ser de uno mismo, aunque todo indicaría que sería de la persona productora de los fenómenos.

Los fenómenos desaparecerían pasado un tiempo igual que a un neurótico transforma sus obsesiones de una cosa a otra, o tal vez al asistir mucha gente a ver el “milagro” otros médiums tomaran el relevo del primero para exteriorizar el mismo miedo del pasado.

Como vemos no tiene que ser un milagro estos hechos como así parece indicar todo. Bien podría ser una explicación de las vírgenes que lloran sangre.


Algunos vídeos de ejemplo, seguro que en YouTube podrán encontrar más: