El Exorcismo de Anneliese Michel, por Felicitas D. Goodman

El Exorcismo de Anneliese Michel, por Felicitas D. Goodman

Tom Ruffles


 Anneliese Michel a la edad de 18 años

En la investigación del poltergeist de Enfield, en el libro de Guy Lyon Playfair, “Esta casa está encantada”, Playfair informa: “yo era reacio a involucrarme con exorcistas, como también lo fueron Maurice Grosse y la Sra. Harper (es decir, la Sra. Hodgson), especialmente teniendo en cuenta el terrible caso en Alemania con Michel…” (1980, pp. 234-5) [*] ¿Qué sucedió en este caso alemán que los tres no querían ver a ningún exorcista en la 284 Green Street?

Anneliese Michel nació el 21 de septiembre de 1952 en Leiblfing, Baviera, en la parte de la República Federal de Alemania. Su familia era devota católica y Anneliese compartía sus creencias religiosas. Su salud era débil y tuvo una serie de desmayos y convulsiones durante su adolescencia. Pasó algún tiempo como paciente hospitalizada en un sanatorio de tuberculosos y aunque tenía la ilusión de convertirse en maestra, sus problemas de salud interrumpieron sus estudios. Se le prescribió anti-convulsionadores y drogas anti-psicóticas, pero empezó a experimentar alucinaciones que tenían connotaciones demoníacas. Sufría depresión y  los médicos que consultó no podían proporcionarle alivio, ella comenzó a ver sus síntomas como una expresión de la interferencia demoníaca. Estos incluían el desarrollo de la intolerancia a los lugares y símbolos religiosos.

Su familia y amigos cercanos de acuerdo con ella se acercaron a la Iglesia de los exorcismos. No hubo resistencia inicial debido a la dificultad de desenmarañar los problemas psicológicos de las posesiones demoníacas. Sin embargo, el comportamiento de Anneliese se deterioró hasta que finalmente el obispo local autorizó un exorcismo.

Sus síntomas tomaron una variedad de formas que se intensificaron severamente, tales como dificultad para caminar y quejas de las horribles visiones de “Fratzen”, y la escucha de voces. A menudo había un olor a quemado cerca de ella. Los supuestos demonios hablaron a través de ella con voces guturales grabadas en cintas. Sin embargo, ella fue capaz de realizar la escritura automática, la canalización de Jesús y la Virgen María. Ellos, así como santos de vez en cuando la visitaban para el estímulo de sus tribulaciones. Uno de ellos fue el Padre Pío, y Anneliese mostró en ocasiones los mismos estigmas.

Sesenta y siete sesiones de exorcismo tuvieron lugar en secreto durante un periodo de diez meses entre 1975 y 1976, tiempo durante el cual Anneliese no buscó asistencia médica. Se identificó una serie de demonios y entidades como Judas Iscariote y Hitler, entre otros, pero su expulsión fue prolongada y se le produjo una enorme carga física, agravada por la renuncia a comer. Murió el 1 de julio de 1976 a los 23 años por desnutrición y deshidratación. Para entonces, su peso era de 40,12 libras (aproximadamente 31 kg). 


Sus padres y los dos sacerdotes que participaron directamente en el exorcismo fueron acusados de homicidio por negligencia y llevados a juicio en marzo de 1978. Naturalmente hubo un intenso debate sobre si la condición de Anneliese era psicológica o producida por demonios. Como secuela más espantosa de la muerte de Anneliese, su cuerpo fue exhumado justo antes del juicio, aparentemente para cambiar el ataúd barato por otro más caro ya que ella aparentemente fue enterrada apresuradamente en su día, pero en realidad se hizo porque sus padres pensaban que su cuerpo podía ser incorrupto, lo que reforzaría la teología sobre la interpretación médica de su aflicción, que era que ella habría sufrido una enfermedad mental. El esfuerzo fracasó, el cuerpo de Anneliese se había deteriorado, al contrario de lo que ellos esperaban. Los acusados fueron declarados culpables y cada uno a seis meses de prisión suspendido durante tres años, más los costos (la acusación no había buscado más castigo a los padres de Anneliese que el veredicto de culpabilidad ya que ellos había sufrido bastante)

No es de extrañar que la Sra. Hodgson, Maurice Grosse y Guy Lyon Playfair fueran reacios a permitir que un exorcismo se realizara en Enfield, dado que Anneliese Michel murió como resultado del mismo. Todo lo que ellos supieron sobre el asunto había sido recopilado por la prensa británica con todo lujo de detalles. Así el Daily Mirror del 31 de marzo de 1978 declaró: “Anneliese sufría epilepsia… pero dos sacerdotes católicos decidieron que estaba poseída por demonios” (puntos suspensivos en el original) y más adelante el padre Alt, uno de los sacerdotes durante el juicio no pudo defender su posición: “no se puede conseguir una inyección contra el Diablo”.

Felicitas D. Godman (1914-2005), una lingüista y antropóloga, examinó el caso con profundidad en su libro de 1981, uso las cintas grabadas por los sacerdotes durante las sesiones, así como entrevistas, al novio de Anneliese y a su hermana más joven. A medida que fue indagando, sugiere que ella es comprensible con la familia ya que el clero le puso el camino de rosas. Por el contrario ella es muy crítica con la profesión médica y su dependencia a la prescripción de medicamentos para Anneliese, muchos de los cuales no habrían sido necesarios, y las evaluaciones médicas previas al juicio donde se reivindica que uno de los sacerdotes tiene calcificaciones en el cerebro y el otro una enfermedad mental. Ella censura el veredicto del tribunal porque se aceptó las opiniones de los médicos sin tener en cuenta todos los hechos y sí las conjeturas llenas de inferencias que condenaban a los sacerdotes.

La familia y los sacerdotes en su opinión estaban justificados en no buscar la atención médica, sobre la base de que Anneliese se había negado a la “interferencia brutal” de la intervención médica para salvar su vida en contra de su voluntad, a pesar de que al final ella no estaba en posición de tomar decisiones racionales. Goodman llega a la conclusión de que los sacerdotes y los padres fueron condenados debido a que supuestamente habían sido responsables de la enferma y no le proporcionaron ayuda médica. Es difícil comprender por qué el “supuestamente” está ahí. Godman ve la situación como que Anneliese era libre de decidir y eligió un camino, a pesar de que le llevó a la muerte. Uno se pregunta si Goodman habría tenido la misma actitud hacia los anoréxicos que se niegan a ser ayudados.

Goodman dice que un gran médico a quien Anneliese y su madre le pidieron ayuda dijo que ella debía consultar a un jesuita, lo que implica que incluso pensaba que de verdad Anneliese fue afectada por los demonios. El médico negó haber hecho esta declaración, pero es fácil ver cómo podría haber ocurrido, alguien médicamente capacitado vio a la chica neurótica con problemas psicológicos para quien las drogas no eran eficaces y trató de decirle a la familia que los problemas estaban en su cabeza y que la Iglesia podría ofrecer una terapia más apropiada para un creyente. Anneliese que puede haber hablado en lenguas que se supone utilizan los demonios. Aun teniendo en cuenta que algunas de las palabras están censuradas por Goodman, de lo  más suave parece ser: “maldita cerda sucia”, surge una gran cantidad de veces, lo que implica o bien una falta de imaginación por parte de los demonios o un vocabulario limitado de tacos e insultos por parte de una joven chica con relativamente poca experiencias en el mundo.

Los Michels estaban muy unidos mientras el padre de Anneliese aparece como alguien que quería ayudar a su hija, Goodman no profundiza en la dinámica familiar en cualquier detalle. No podría haber sido un elemento de abuso en su trabajo, pero parece que no había nada malo en el hogar. Lo que quizás es más claro es que Anneliese parece haber sido la niña de la familia, y con grandes expectativas porque iba a ir a la universidad y eso podría ser desalentador para ella. Gran parte de su mala salud podría bien haber sido una manera de evitar las responsabilidades de adulta, poniendo su destino en manos de un poder superior o ceder el control de modo que ella ya no tendría que tomar las decisiones. Si es así, con el tiempo su papel se le fue de las manos, atrapándose ella misma porque una confesión habría sido aún peor que hacerlo. Hacia el final de su vida ella repetidamente dijo que el asunto se resolvería en julio. Lo hizo cuando murió, a principios del mes, pero es posible que estuviera planteando el escenario para la expulsión definitiva y completa de los “demonios” y volver a tener salud, pero su cuerpo falló antes de que eso ocurriera.

En última instancia, en las propias pruebas de Goodman, parecería que Anneliese fue decepcionante para todo su entorno. Sus médicos renunciaron a ella como intratable, sus padres querían protegerla, pero pusieron la fe delante de su bienestar al no buscar atención médica cuando se hizo evidente que Anneliese no estaba en condiciones de decidir por sí misma sobre su bienestar, la obsesión de los sacerdotes con el caso les cegó la posesión sobre el aspecto psicológico e hicieron caso omiso a su deterioro físico. Goodman señala que la opinión de la Corte cuando dijo que mayo de 1976 había perdido la capacidad de tomar decisiones equilibradas sobre lo que era mejor para ella y si ella hubiera sido llevada a una clínica, habría sobrevivido. Si ese hubiera sido el caso y parece probable que así sea, en ese momento debería haberse tomado la decisión por ella. Por desgracia para ella, devota católica y los que le rodeaban con un deseo patológico de purgar a los demonios ignorando por completo su creciente fragilidad. Además, es importante tener en cuenta que en su diario Anneliese escribió el 20 de octubre de 1975, Jesús le dijo “vas a ser una gran santa”. Su familia podría haber visto el calvario por tener un propósito más elevado con lo que sería un sacrilegio intervenir.

A pesar de su sesgo, el libro de Goodman es relato de la corta vida y muerte de Anneliese Michel, en particular del juicio y el carácter de los sacerdotes. Es menos exhaustiva sobre la familia, comprensible dado el tiempo transcurrido entre la muerte y sus consecuencias cuando los acontecimientos todavía estaban reciente y se nota en los términos en que fue escrito el libro. Ella se desvía en la complicada y poco convincente sección final donde trata de esquivar la cuestión de la complicidad de la Iglesia en la muerte de Anneliese mediante la caraterización de su condición de “estado alterado de conciencia religiosa”. Esto es aparentemente generado por un sistema nervioso sensible y que permite el acceso a un nivel diferente de realidad, como también sucede en el mundo cotidiano.

Además, una característica de este estado alterado es la generación de un trance religioso, centrado en la representación y el exorcismo que se extiende hasta la representación de los testigos. La posesión es una forma de teatro en la que el individuo “poseído” es el centro de atención. Lo que Anneliese estaba experimentando era más bien el carácter chamánico de la psicosis, pero las drogas no eran apropiadas como medio para su curación. De hecho, eran peor que inútiles porque interferían con los rituales de exorcismo, los que se realizaban sin éxito, reconectando su cerebro mediante el bloqueo de las vías de su “centro de dolor”, que se había convertido en el defecto de su enfermedad y se reforzó en ella el “centro de placer”.

En ese sentido, el exorcismo tiene que ser visto como un placebo que, usado sólo habría aliviado sus síntomas y efectuado su cura. Esta era la idea que tal vez sugirió el médico para que fueran a los jesuitas y ser capaz de ayudar más que los fármacos (Goodman se lamenta de la falta de comprensión de la cultura católica de Anneliese por parte de los psiquiatras que la vieron, de forma que si hubieran sido más comprensivos podrían haber dado otro diagnóstico médico diferente, pero tal vez ese médico, al menos, fue más comprensivo de lo que se pensaba).

En el análisis final, Goodman indica la fuerte posibilidad de que lo que mató a Anneliese no fue la negligencia de aquellos que la cuidaban, pero el consumo extendido de Tegretol, una potente droga con efectos secundarios desagradables innecesariamente tomada con el fin de controlar las convulsiones que se habían detenido antes de la prescripción del medicamento, y no supervisada como debería haber sido. En ese escenario los sacerdotes y los padres fueron acusados injustamente, y los que deberían haber sido condenados fueron los negligentes médicos. Se podría argumentar en sentido contrario que el problema de Anneliese fue un sistema nervioso sensible y un estado alterado de conciencia, que era la religión en sí misma.

[*] Es importante tener en cuenta la reticencia de Peggy Hodgson en tener algo que ver con el exorcismo al ver la entrevista que Janet y Margaret dieron para ayudar a promover El Conjuro 2. Enlace, Janet dice en una parte: “Cuando ed y Lorraine llegaron a casa, sentí una especie de comodidad derivada en primer sentido por el tratar de ayudarnos. No se sentía como cualquier otra persona que vino de visita para ver lo que estaba pasando y ser testigos de si algo sucedía. Ed y Lorraine se sentían calientes y consoladores, estaban allí para tratar de averiguar lo que era y lo que podían ayudar”.

Esto es desdeñosamente sorprendente ya que Maurice Grosse y Guy Lyon Playfair,  llegaron a la casa mucho antes, pasaron mucho más tiempo con los Hodgson, y dieron el apoyo más importante que lo que hicieron los Warren. Es comprensible que Janeet y Margaret quieran exagerar la participación de los Warren “si hay un interés financiero en la película” (y es bueno ver que finalmente han hecho algo de historia cuando otros se han aprovechado muchas veces de ellas), pero como niños y su madre estaban convencidos de que no querían un exorcismo. Aquellos individuos implicados que fueron sancionados por las autoridades de la Iglesia, es difícil ver que la Sra. Hodgson estuviera de acuerdo con un exorcismo hecho y dirigido por Warren. El Conjuro 2 falsifica la historia de modo esencial, y es una vergüenza ver a Janet y Margaret cómplices de esta afirmación falsa de que los Warren fueron más que unos visitantes ocasionales que es lo que fueron realmente.


Artículo en inglés

La familia Michel, Anneliese a la izquierda del grupo

Anneliese Michel a los 18 años

Los franciscanos Alt, Renz, Anna Michel y Josef Michel 


                    Anneliese Michel poco antes de morir por desnutrición y deshidratación